Un problema para sacar de la pobreza a buena parte del campesinado es la inexistencia de institucionalidad gremial que les ayude en el negocio, como la Federación Nacional de Cafeteros (1927) y, en menor medida, la Federación Nacional de Ganaderos, Fedegán (1963). Aunque no es un problema tan explicitado, tenemos tres enfoques poco promisorios en su abordaje:
i) creer que es posible repetir de algún modo la experiencia de los cafeteros, ii) pensar que la organización política de los pequeños productores es la solución, y iii) desestimar la agremiación productiva porque el progreso es una imposición de la modernidad cultural.
El primer enfoque se niega a aceptar que hay múltiples razones por las cuales la sociedad colombiana del siglo XXI no podrá producir instituciones de la sociedad del siglo XX. El segundo, en realidad no se interesa en los mercados y los ingresos de los campesinos, sino en su instrumentalización política. Y el tercer enfoque fomenta unas identidades culturales disfuncionales para la racionalidad económica (el desprecio de la ciencia a la hora de sembrar, por ejemplo).
Antes de dar una alternativa de solución, un poco de contexto real para que no se diga que es pura teoría. Augura, la Asociación de Bananeros de Colombia, es una magnífica entidad gremial, creada en 1963, de los productores y comercializadoras de banano para los mercados internacionales. En un viaje al Urabá antioqueño con un personaje nacional cuyo padre estuvo en los inicios del negocio bananero, se le pidió a Augura una visita guiada a la finca experimental del gremio, a lo cual accedieron con gusto. Para mayor rendimiento social de la visita, se le solicitó recibirnos con integrantes de junta directiva de dos asociaciones de pequeños plataneros, como ocurrió.
El presidente de Augura, Emerson Aguirre, y el director regional, Gabriel Elejalde, ilustraban sobre los servicios, las innovaciones y las gestiones sofisticadas (con economía de escala) que prestan a los productores de banano para mantener la competitividad y los mercados. Justamente todo lo que les falta a los productores de plátano, que son pequeños y les venden a las comercializadoras el plátano que se exporta. A los plataneros les falta una Augura, que no van a poder crear nunca. Y si se le preguntara a Augura cuánto cobra por prestarles esos servicios, tal vez diría que no funciona tan así.
Entonces, ¿cómo suplir esa institucionalidad gremial que necesitan muchos pequeños productores agropecuarios? Cambiando el chip cultural romántico, la solución en el siglo XXI puede ser crear un mercado regulado de integradores y prestadores de servicios profesionales a lo largo de las cadenas productivas, para cuya remuneración se transforme la financiación de los fondos parafiscales (alrededor de 13) y se usen mecanismos de participación en el riesgo y las utilidades.
Un diseño fino y pragmático que difícilmente podrán hacer aquellos que son incapaces de imaginarse el siglo XXII sin campesinos, porque se habrán transformado las nuevas generaciones en empresarios rurales y ya no estarán sujetas a la tierra. Que van y vienen del campo a la ciudad.
