De cómo una teoría pedagógica es un obstáculo para el desarrollo económico (y social).
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Se realizó en noviembre el tercer congreso pedagógico nacional, organizado por Fecode, “hacia la escuela pública, alternativa y democrática”, con el fin de mostrar “la consolidación de la pedagogía crítica” (el anterior congreso se hizo 31 años atrás, en 1994). ¿Qué significan tales declaraciones y cuál podría ser la postura del próximo gobierno?
Más allá de consignas que asocian al movimiento pedagógico colombiano, como la “denuncia de las políticas neoliberales que pretenden convertir la educación en asunto de mercado”, sí hay un marco teórico detrás, el de Paulo Freire, un célebre filósofo y educador brasileño (1921-1997), autor de Pedagogía del oprimido, de quien Fecode cita la frase: “Toda la educación es política”.
La pedagogía crítica de Freire busca la emancipación política y social frente a estructuras de dominación (clase, poder, cultura), cree en el conocimiento como construcción social situada y sospecha del conocimiento “neutral”, y ve el rol del docente como facilitador de conciencia crítica (concientizador), especialmente frente al capitalismo.
Por eso, es natural encontrar esta pregunta orientadora en las categorías de reflexión del congreso pedagógico: “¿Cómo confrontar desde la praxis pedagógica en la escuela pública, el efecto homogeneizador originado en la categorización de las IE por sus resultados en las pruebas Saber y Pisa?”. Léase bien: la cuestión no es cómo mejoramos el aprendizaje de los estudiantes y su desempeño en las pruebas estandarizadas.
Es otra cuestión: “Denunciar (y confrontar) las pretensiones privatizadoras y homogeneizadoras que, mediante estándares y mediciones centrados en la eficiencia y la eficacia, reducen y jerarquizan esa complejidad (la diversidad sociocultural), dejando de lado la formación integral y la vida en democracia”. En 1987, en el primer congreso pedagógico se habló, en un primer nivel de importancia, de calidad de la educación y de la enseñanza de asignaturas en particular, lo que no ocurrió en 2025.
Obviamente, esas ideas sobre la educación no son las predominantes en los países desarrollados. Necesitamos supuestos distintos a los de la visión anclada en Freire: en lugar de prioridad a la conciencia “crítica” para la emancipación política que cambiará el sistema (de mercado), competencias cognitivas, técnicas y blandas de los estudiantes como una inversión productiva de la sociedad para una mayor movilidad social dentro del sistema, con un desarrollo de mercados. Si el próximo gobierno no tiene claridad, decisión y estrategia sobre esto, nos fregamos (otra vez).
Siendo realistas, no se trata de “superar a Freire”, porque el movimiento pedagógico de Fecode no va a cambiar su marco mental, sino de competir con Freire, es decir, de promover otro movimiento pedagógico, más interesado en cómo hacer que la enseñanza dentro del aula realmente funcione, que asuma los retos de una reforma curricular en cuanto a coherencia pedagógica, aprendizaje, desarrollo de competencias y evaluación (de docentes y estudiantes).
Necesitamos congresos pedagógicos con profundidad en enseñanza de alta calidad basada en evidencia, diversificación metodológica, formación docente continua y acompañada, integración responsable de IA y tecnologías en el aprendizaje, inclusión con rigor académico, evaluación pedagógica alineada con currículo y prácticas reales, entre otros temas.
En nombre de “rescatar la autonomía, superando la hegemonía estatal dominante” no van a apoyar un currículo nacional básico (obligatorio) y tal vez solo refunfuñarían algunos por los libros de texto para todos los estudiantes (que permitirán que vean si les están enseñando lo que corresponde).
E igual de importante que la concepción pedagógica no crea que desayunar con arroz o con arepa, bailar mapalé o joropo, ser pobre o rico, negro o blanco justifica que aprendan más o menos matemáticas.