El escepticismo con esta meta del gobierno tiene razones técnicas.
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Como la meta principal del gobierno en educación superior es la de los 500.000 cupos nuevos, resulta necesario un seguimiento. Entre algunos técnicos hay escepticismo, probablemente porque no se ha explicado como quisieran. O porque ya percibieron suficiente.
Este parece ser un caso más de la tiranía de la cifra gruesa, de alta recordación, que los candidatos y los gobiernos lanzan con más intuición informada que otra cosa, y de la que luego no pueden zafarse, así la realidad vaya mostrando lo muy difícil que será cumplir. La tiranía consiste en que el peso político de la cifra altera la lógica de procesos concurrentes.
Lo primero es entender con precisión la promesa. ¿Está diciendo el gobierno que recibe la matrícula total de pregrado en una cifra, con corte a 2022, y que la entregará aumentada en 500.000 en 2026? Esa es una manera de verlo.
Miremos cómo le fue a la administración Duque con ese indicador: a 2018, recibió 2.192.613 matriculados en pregrado y en 2021 tenía 2.159.115, es decir, 33.498 estudiantes menos, aunque recuperándose de una caída de la matrícula acentuada por la pandemia. No están disponibles los datos a 2022, pero la variación será pequeña.
Al segundo gobierno de Santos (2014-2018) le fue parecido, y eso que cogió el crecimiento sostenido de la matrícula de 2010 a 2017. Nótese que esta aproximación: i) cuenta la matrícula en las instituciones privadas, y ii) es un resultado neto (suma matriculados en primer semestre y resta graduados y desertores).
Otra forma de entender la meta es como creación de capacidad instalada de nuevos cupos, sin acudir a ganar o liberar cupos por eficiencias en el subsistema universitario estatal (para ayudarse en el neto). Cuando el ministro Alejandro Gaviria dice (Blu Radio, viernes 13/enero) que planea construir o conseguir 34 sedes subregionales de universidades estatales está sugiriendo esa vía.
No se recuerda haber visto levantarse tantas edificaciones de educación superior en cuatro años, pero podría ser. No hay que echarle mala vibra a esa ilusión.
Como el ministerio no logró morigerar la posición dura del presidente en contra de subsidios a la demanda (acabó las becas de Generación Excelencia), conviene observar qué puede lograr con el subsistema estatal.
Analizar bien la composición de los cupos de primer semestre que ofrece el subsistema estatal (alrededor de 210.000) y qué crecimiento implicaría alcanzar 125.000 cupos adicionales en promedio por año durante el periodo (digamos 50 % para dejarle el resto al Sena), sabiendo que en 2023 será poco el aumento (o sea en el segundo semestre, casi que literalmente con la ayuda de Dios).
Parte del escepticismo se explica porque es evidente que sin las instituciones privadas (casi la mitad de la oferta) no se podrá arañar suficiente la meta de 500.000 nuevos cupos, pero el gobierno insiste en créditos del Icetex, es decir, para unos matrícula cero y para otros deuda, dentro de la misma condición socio-económica. Con ese IPC, menos bachilleres y hogares querrán endeudarse.
Enhorabuena el ministro se ha metido en el lío de esta promesa porque nos permitirá aprender más sobre cómo conseguir metas ambiciosas con lo que tenemos en educación superior. Por ahora, ojalá solo por ahora, prefiere pagar más por crear un cupo en una institución estatal a usar una silla vacía en una institución privada con reembolso parcial (redistributivo y sostenible) contingente al ingreso.
Aquello de no importa el color del gato con tal de que sea bueno cazando ratones salió del universo mental de nuestro reformador extraviado.
Este visor reaparecerá cada vez que “las circunstancias lo ameriten”.