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Captura en video

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Daniel Pacheco
29 de septiembre de 2020 - 03:00 a. m.
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El video de Javier Ordóñez. El video de Juan Guillermo Monsalve de una cámara-reloj. El video del hijo de la líder María del Pilar Hurtado llorando frente a su cadáver. El video de Duque diciendo “la vieja esa” durante el discurso de Aída Avella, grabado por Marta Lucía. El video de Petro empacando billetes en bolsas. El video del camión cisterna en Tasajera. Los videos de los CAI incendiados. Los videos de los policías disparando contra manifestantes en Bogotá. El video de Francisco Larragaña, el compañero de Juliana Giraldo, la mujer asesinada por un disparo de un soldado. El video de la familia de Juliana y la del soldado en un acto de perdón grabado por el Ejército. Y si no hay video, que al menos haya audio, como los del Ñeñe Hernández.

Nunca antes habíamos tenido tantos videos, ni habían sido estos medios tan efectivos para generar realidades políticas y sociales. Los videos mueven. Sin video es hoy difícil captar la atención, comunicar algo o transmitir una realidad. Esto está generando una angustia entre políticos ávidos por comunicar que empuja el afán del video hasta la redundancia.

El fin de semana pasado, por ejemplo, durante su visita a la plaza de La Perseverancia, Claudia López aparece en un video, haciéndose un video, con una señora que vende chicha. Para que me entiendan, la alcaldesa tiene su celular apuntándose a sí misma y a la señora de la chicha mientras graba la entrevista: “¿Cómo te llamas tú?”. Pero ese no es el video que vemos colgado en las redes de López. El video que vemos es grabado por una segunda persona que apunta a la alcaldesa apuntándose a sí misma con su celular. En ese video, además de la alcaldesa haciéndose un video, se ven otras dos personas haciendo videos en el fondo. Tenemos entonces en total cuatro videos de la misma situación en la que tanto la alcaldesa como la señora que vende chicha, y los otros dos que hacen videos, están más pendientes de los videos que de la chicha. “Todo lo que una vez fue vivido directamente se ha convertido en una mera representación”, escribe Guy Debord en La sociedad del espectáculo.

La captura del video pesa mucho sobre los políticos. Uribe ahora los publica desde la prisión domiciliaria en series. Pero la gente común y corriente no escapa al afán de capturar la representación. Probablemente en el momento más doloroso de su vida, Francisco Larragaña, el esposo de Juliana Giraldo decide tomar su celular y lo pone a grabar. Acaba de ver morir a su compañera luego de que un soldado disparara contra el carro que él iba manejando en una vía del Cauca. “Me mataron a Juliana”, le dice Larragaña a un motociclista que paró atrás de su carro, “no llevamos nada, ese man le pegó un tiro en la cabeza, miren, no llevamos nada”. Corre hacia su vehículo, se ven los soldados caminando alrededor del carro, Francisco se mete a la cabina con el celular y muestra que no hay nada además del cadáver de Juliana. “¡No llevamos nada, no tenemos nada! ¡Dios mío, Dios mío!”.

El video tiene una autenticidad desgarradora. No hay nada ficticio en esos 30 segundos que hicieron que al otro día estuviera el comandante del Ejército pidiéndoles perdón. Sin embargo, que incluso bajo tremendo estrés y tristeza, rabia y dolor, Larragaña tuviera la conciencia de que el momento debía ser representado habla de lo profundo que se ha incrustado la captura del video. Esa misma conciencia también obliga a preguntar, como con todos los videos donde la persona se está grabando, si lo que vemos es la realidad de lo que habría ocurrido sin video o una representación de esa realidad para el video.

Más allá de estas confusiones filosóficas, La era del video abre al menos tres preguntas más urgentes. La primera, ¿qué pasa cuando no hay video? La muerte de Juliana generó lo que generó por el video, no por la muerte. De decenas de asesinatos en retenes, ¿cuántos han lamentado el presidente y el comandante del Ejército? Ninguno. Video, luego existo.

La segunda es qué tipo de realidad prueban los videos. En los de Bogotá, por ejemplo, hay tres tomados el 9 de septiembre en Suba Rincón, donde se ve caer muerto a Germán Fuentes de un balazo en la cabeza luego de que la policía disparara. ¿Es suficiente evidencia de que su muerte fue causada por la Fuerza Pública? Videorrealidad.

Y la tercera es: ¿qué nos depara el futuro nada lejano en el que casi cualquier cosa puede ser manufacturada en videos? Los llamados deep fakes sembrarán caos en una sociedad donde el video es cada vez más realidad y existencia. Hablando sobre cómo la sociedad del espectáculo es una de sometimiento y manipulación, escribe Debord: “Entre más contempla, menos vive”.

@danielpacheco

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Libardo(10892)29 de septiembre de 2020 - 02:46 p. m.
Así es, y por eso pretenden que creamos todos los videos acomodados a las circunstancias. Valdría la pena que alguien comentara acerca de cómo, a pesar de los videos, estamos en obligación de explicar y demostrar lo obvio.
Jorge(67654)29 de septiembre de 2020 - 01:53 p. m.
Como tampoco hay videos de la ineptitud y de los actos corruptos de nuestros gobernantes...perdón, ahora recuerdo que el inepto de Duque recrea todos los días que preside un país.
Atenas(06773)29 de septiembre de 2020 - 01:14 p. m.
Y, claro, como no hay vídeos de los miles de hombres de nuestras Fuerzas Armadas asesinados en cumplimiento de su fiel deber a todos nos importa un cu....lo... sabe toda Colombia y nada nos conmueve. y asi siguen cayendo al por mayor. Y se escriben sandeces pa la galería con monumentales errores "Entre más contempla. .." ¿qué entre adónde y más? Cuanto más....
  • william(51538)29 de septiembre de 2020 - 02:31 p. m.
    Muchos fueron emboscados, atacados a traición, por sorpresa, en cumplimiento de su deber, pero estaban ARMADOS, algo que su pequeña cabecita, tan fecunda en términos rebuscados al plasmar aquí sus necedades, no alcanza a diferenciar. En ese caso no aplicaría el asesinato, sino la muerte en combate. ¿Por qué no se habla también del "asesinato" de guerrillos que cayeron en un bombardeo?
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