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El mayor fracaso de Duque

Daniel Pacheco
07 de julio de 2020 - 05:00 a. m.

Es tentador decir que en Colombia tenemos la política exterior que merecemos. Suscitó más debate público el caso de la cónsul de Buenos Aires que le respondió feo en un chat a una colombiana que buscaba subirse a un vuelo humanitario, que las revelaciones de John Bolton sobre la gran apuesta (y el fracaso) de política exterior del gobierno Duque.

Es tentador, pero ningún país, más allá del nivel de su debate público, merece una política exterior tan mala como la que hemos sufrido en este gobierno. En dos años de gobierno no hay un área donde los fracasos sean mayores, los daños tan profundos y los peligros para la seguridad nacional sean tan grandes.

Sobre la cadena de improvisaciones, malos cálculos e ingenuidades colombianas, incluso Bolton, que padeció a Trump, se sorprende. El sábado 23 de febrero de 2019, el día después del concierto en Cúcuta y de que el presidente Duque declarara que a Maduro le quedaban solo “horas en el poder”, se frustró el paso de la ayuda humanitaria. “Me sorprendió”, escribe Bolton, “que Guaidó y Colombia no hubieran ejecutado planes alternativos cuando los colectivos y otros detuvieron los envíos de ayuda humanitaria (...) Las cosas parecían hechas al azar y desconectadas, tal vez por falta de planeación o por falta de talante (...) Supimos luego que la especulación fue que los colombianos se arrepintieron, temían un choque militar en la frontera para el que (...) sus tropas simplemente no estaban listas (...) ¿Nadie había pensado en eso antes del sábado?”

No, nadie lo pensó, ni el presidente ni su entonces canciller, Carlos Holmes Trujillo. Han pasado más de 13.000 horas y Maduro no solo sigue ahí, sino que está más fuerte que antes, y en cambio la posición de Colombia es cada vez más precaria en la escena internacional. Ha hecho enemigos poderosos de Cuba, Rusia e Irán. Tiene solo un mal amigo en Trump, que podría perder en noviembre. Y enfrenta solo y con mermada credibilidad las consecuencias de su fracaso, sin una señal de cambio de rumbo frente a un desastre que acumula más de un año.

Por ejemplo, el previsible aumento de la migración venezolana por las sanciones de Estados Unidos quedó represado en Colombia cuando la solidaridad del Grupo de Lima desapareció y países como Ecuador y Perú cerraron sus fronteras. Súmele a esto la imprevisible pandemia que ha generado una ola de retorno de migrantes hacia Venezuela, quienes ahora están varados en las ciudades colombianas, en las fronteras cerradas y controladas por Maduro. Y multiplíquelo por las hoy previsibles consecuencias devastadoras que tendrá el coronavirus en Venezuela. En Maracaibo, por ejemplo, a solo tres horas por tierra de Colombia, ya está copada la capacidad hospitalaria y empacan a los muertos en las mismas salas donde atienden a los enfermos en sillas porque no alcanzan las camas. ¿Estamos listos para el nuevo éxodo de migrantes huyendo de la enfermedad?

Estos son los costos de un idealismo ingenuo en política exterior que emana de Duque, quien aún hoy se aferra al discurso de la ilegitimidad del régimen venezolano y al reconocimiento de un desdibujado Guaidó. Un Guaidó al que, según Bolton, Trump ve como un líder débil (porque cuando recibió a su esposa en Washington no le vio anillo de matrimonio), mientras sigue coqueteando con una negociación directa con Maduro.

Mientras tanto, en el Palacio de San Carlos, brilla por su ausencia la nueva canciller, Claudia Blum, y la diplomacia colombiana, más que por el idealismo de Duque, parece capturada por los intereses políticos del Centro Democrático. Hace unas semanas pregunté a Cancillería su posición por la pregunta de Rusia en el Consejo de Seguridad de la ONU sobre si Colombia había apoyado la acción de mercenarios lanzada desde La Guajira contra Maduro, y respondieron que referían a la negación mentirosa que había dado el ahora ministro de Defensa Trujillo sobre la existencia misma de la operación ilegal. Así, mientras Blum cobra sus contribuciones de campaña en cuarentena, Trujillo maneja un doble despacho de desastres para afianzar su candidatura de 2022.

Al final parece que la pericia con la que operan la cónsul de Buenos Aires y las cabezas de nuestra política exterior es muy similar.

@danielpacheco

 

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