Michael Bloomberg, el alcalde de Nueva York, anunció que quiere prohibir la venta de “bebidas azucaradas” en envases de más de medio litro en lugares públicos, como cines, restaurantes, etc. Con medidas como esta el alcalde se ha ganado el apodo cariñoso, burlón o despectivo de “la niñera Bloomberg”.
El alcalde, además, lidera campañas contra la obesidad obligando a los restaurantes a listar la información nutricional de sus platos en los menús, a bajar el contenido de sal de sus productos y a eliminar las grasas saturadas. Finalmente, su cruzada más cruel ha sido contra los fumadores, quienes no pueden ni siquiera encender sus “pitillos de cáncer” en los parques públicos so pena de multas de 50 dólares. ¡Cuán lejanos parecen los tiempos de Holden Caulfield, el personaje de J. D. Salinger, fumando y caminando por las aceras que bordean el Central Park!
Las medidas de Bloomberg han dado pie para hablar de un neoautoritarismo muy bien personificado por la niñera: que da lata, se preocupa, regaña, castiga y siempre pretende saber lo que es mejor para uno. La niñera Bloomberg, hay que decirlo, es una niñera con doctorado, que basa sus decisiones en estudios científicos y cálculos sobre los costos al sistema de salud, y, por supuesto, tiene un ánimo felino por la defensa de los niños.
Por otro lado, Bloomberg ha sido una de las voces más autorizadas en apoyar la descriminalización de la marihuana propuesta por el gobernador de Nueva York. Y así no más, cuando uno está a punto de dar gritos airados contra el paternalismo dietético de la niñera, es sorprendido por una especie de alcahuetería permisiva a los vicios psicotrópicos de los neoyorquinos.
Pero aquí de nuevo el alcalde habla luego de haber metido los números en su calculadora del bienestar social. 50 mil arrestos de los cerca de 200 mil que hubo en Nueva York en 2011 fueron por marihuana, la mayoría contra jóvenes negros y latinos. ¡Por marihuana!, que según la mayoría de evaluaciones sobre su peligrosidad es una yerba que tiene riesgos moderados sobre la salud y unos niveles de dependencia muy bajos. Arrestos focalizados contra poblaciones minoritarias de la ciudad, donde los jóvenes tienen las mismas tasas de consumo de sustancias prohibidas, pero una posibilidad mayor de caer en manos de la ley.
Más que una moral, una reafirmación de ciertos valores, el paternalismo de Bloomberg parece producto de un positivismo social que algunos han advertido es el inicio de las peores formas de tiranía. Tal vez el más célebre contradictor de Bloomberg fue Christopher Hitchens, fumador, bebedor y glotón irredento, que murió en su ley de cáncer de garganta el año pasado.
Pero la niñera Bloomberg está lejos de ser un gran tirano. Basta con pagar la multa para fumarse un cigarrillo mientras se lee El atrapador en el centeno. Si la sed es tanta que no se calma con medio litro de gaseosa, siempre está la posibilidad de comprar dos. Y los gritos sobre la violación al libre desarrollo de la personalidad estarían mejor guardados, no para las tiranías que saben qué es lo mejor para uno, sino para las que quieran sólo lo que es mejor para ellos.
@danielpacheco