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¿Pueblo bruto?

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Daniel Pacheco
11 de enero de 2011 - 06:00 a. m.
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ENTIENDO APENAS LO SUFICIENTE de economía como para estar muy confundido por las lógicas opuestas de los populismos en Colombia y Estados Unidos.

El otoño pasado estuve en la marcha del Tea Party en Washington. Miles de ciudadanos predominantemente blancos caminaron hasta la base del edificio del Congreso cargando carteles con las consignas del nuevo populismo estadounidense. Más tarde, en las elecciones de noviembre, el Tea Party sacudió el status quo político ganando varios puestos en Senado y Cámara. La columna vertebral del movimiento, más allá de sus consignas más estrambóticas, es la lucha contra el gasto público y el déficit fiscal. Recuerdo, por ejemplo, a un señor en sus cincuentas con una bandera de Estados Unidos en una mano y una pancarta en la otra que decía: “El gobierno no es tu mami”, y pegados a la cartulina un tetero, un chupo y una cucharita de compota.

Vuelo aquí a mi ignorancia económica, ¿pero no se supone que el populismo típico encuentra su base en el gasto público desmedido para tener al “pueblo” feliz, incluso a costa de un déficit alto? Me vienen a la cabeza imágenes de líderes repartiendo trabajos y lechona a muchedumbres felizmente ignorantes de las deudas incurridas para sostener tales gastos. ¿Cómo es que ahora en el país del norte se ha convertido en una preocupación “popular” un concepto tan abstracto e irrelevante para la inmediatez de la vida común y corriente como el déficit fiscal? Particularidades gringas, diría uno.

Pero en Colombia nuestro pueblo carga las suyas también. Con las grúas tapando el hueco del Canal del Dique de fondo, el presidente Santos habla en primera persona: “He estado reflexionando sobre el salario mínimo…”. Luego de reflexionar, y a la luz de las nuevas cifras de inflación consolidadas, anuncia que está pensando en hablar con sus ministros para ver si lo suben hasta el 4%.

Más allá de lo que realmente suceda, ahí está nuestro presidente poniéndose del lado de los “trabajadores” y enfrentando a los “empresarios”. Aplaude el pueblo. Aplaude el pescador de Rincón de Mar, Sucre, que no gana el salario mínimo. Aplaude el 56% de los trabajadores, que subsisten en la informalidad según Kalmanovitz. Más de la mitad de las personas en edad de trabajar para quienes la decisión es contraproducente; controversialmente, porque les va a ser más difícil encontrar un trabajo formal; o menos controversialmente porque van a subir aún más la inflación y las multas de tránsito.

Reducir estas particularidades a la estulticia de los pueblos es una solución tentadora, por lo simple. Pero es el tipo de respuesta que encaja en el marco mental del seguidor del Tea Party o el pescador de Rincón del Mar. Pueblo bruto.

Yo me quedo en la fascinación por lo distintos que pueden ser los motivos colectivos, las reivindicaciones en masa y las relaciones con sus líderes. Por las pasiones que porcentajes abstractos tienen en la vida diaria. Aunque esa también puede ser una posición bastante estúpida.

danielpachecosaenz@gmail.com

@danielpacheco

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