La Corte Constitucional no legalizó el consumo de alcohol ni drogas en el espacio público. La Corte no les quitó el derecho a los niños de estar en un parque “sin respirar humo de marihuana”, para usar las palabras histéricas del alcalde Peñalosa. La Corte no puso los derechos de los “drogadictos” por encima de los derechos de los niños. Quienes sostienen lo anterior no han leído el comunicado que explica la decisión de la Corte de declarar inconstitucionales dos incisos de dos artículos del Código de Policía. La Corte tumbó una regulación y pidió hacer otra que fuera más “idónea”.
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La Corte Constitucional no legalizó el consumo de alcohol ni drogas en el espacio público. La Corte no les quitó el derecho a los niños de estar en un parque “sin respirar humo de marihuana”, para usar las palabras histéricas del alcalde Peñalosa. La Corte no puso los derechos de los “drogadictos” por encima de los derechos de los niños. Quienes sostienen lo anterior no han leído el comunicado que explica la decisión de la Corte de declarar inconstitucionales dos incisos de dos artículos del Código de Policía. La Corte tumbó una regulación y pidió hacer otra que fuera más “idónea”.
En su comunicado es bastante explícita al respecto: “La Corte no debía establecer cuándo, cómo y dónde pueden las personas consumir bebidas alcohólicas o sustancias psicoactivas, sino evaluar la constitucionalidad de la prohibición que el legislador diseñó. Otro tipo de norma o restricción diferente a la analizada en esta ocasión podrá ser expedida y dará lugar a un juicio de constitucionalidad, en caso de ser cuestionada”.
Y esta es la invitación principal de la controversial decisión: es un llamado a la acción a quienes están hoy plantados rasgándose las vestiduras, especialmente los alcaldes, pero también los políticos y el mismo presidente Duque, quien por ahora solo ha insistido en darle vida con el deseo a su decreto de incautación de la dosis mínima, que está herido de muerte.
La Corte sí le dio municiones políticas a un reducido sector político para instrumentalizar el sentir de un amplio sector de la sociedad colombiana. Un sentir que ve en las drogas y el alcohol, con un enorme grado de hipocresía y prejuicio, en mi opinión, una amenaza a sus valores. Por otro lado, la decisión también exacerbó las reivindicaciones de un sector libertario y libertino, que tampoco se leyó la decisión de la Corte y asume ahora con una actitud retadora que cualquier consumo quedó legalizado y sus derechos protegidos de toda restricción.
Precisamente, a ese sentir también se refiere la Corte: “No se pueden sacrificar los intereses colectivos, por supuesto, pero tampoco se pueden sacrificar los intereses personales; las autoridades deben lograr que las normas de policía protejan conjuntamente ambos grupos de intereses, promoviendo así un «desarrollo armónico»”.
Entonces, ¿qué hay que hacer? Esta es una oportunidad para que las propuestas de restricción a las libertades vengan de quienes más las hemos defendido, sobre todo desde lo local. El discurso de defensa de los niños no puede ser monopolio de los sectores más conservadores. Consumidores de alcohol y sustancias psicoactivas, comercializadores de alcohol en barrios y esquinas necesitan estar ahora en primera línea proponiendo espacios y tiempos de uso del espacio público para niños y para adultos. Por ejemplo, en el parque de la Independencia, al lado de mi casa, declaremos una zona de adultos en la fuente que queda hacia la calle 26, y el resto del parque como zona familiar, donde no se debería consumir trago o marihuana durante el día.
La Corte creó un vacío. Hay que correr para que las voces más radicales, de lado y lado, no sean las primeras en llenarlo.