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Activismo político digital S. A.

Daniel Ruge Chamucero

24 de julio de 2025 - 12:05 a. m.

La creación artificial de movimientos que respaldan una causa política en redes sociales es un problema grave y poco estamos haciendo para abordarlo. Lo que en Colombia hemos llamado, para bien o mal, “bodegas”, necesita mejores aproximaciones y alternativas de regulación a un mercado de opiniones pagadas por actores de poder, pero cuyo valor está en que parezcan espontáneas. Podríamos decir que estos son los activistas que han desarrollado la cultura de la cancelación de honorarios a 30 o 60 días.

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Es un fenómeno que ha crecido de forma exponencial y se ha convertido en un lucrativo negocio digital, aunque opaco por los retos que hay para que los poderosos que contratan estos servicios, o quienes los ofrecen, rindan cuentas. Armar un grupo de apoyo digital para un candidato o candidata pareciera haberse convertido en algo tan sencillo como pedir un taxi en una aplicación. Dicho de otra manera, para varios activistas digitales la política es dinámica y la tarifa también.

El problema tiene sus antecedentes innegables en relaciones de poder nocivas que en el pasado han contaminado sectores de la prensa; sin embargo, el modelo de influenciadores políticos pagados no es una alternativa. Al contrario, muchos de ellos lo adaptaron y lo capturaron para su propio beneficio, además, liberándose de cualquier marco ético que, en cambio, sí aplica a los medios en materia de responsabilidad con las audiencias. El empresario que parece mandar ahora en el debate de redes es el dueño de Activismo político digital S. A. y que cobra según la TRM, es decir, la tasa representativa del mercenario.

Una de las peores consecuencias de un mercado de opiniones sin regulación es el daño colateral para los movimientos que hacen activismo genuino. Muchas personas han ganado reconocimiento social por enarbolar banderas de forma genuina y, de hecho, si reciben pagos es claro que están colaborando con alguna organización de sociedad civil, son consistentes en sus ideas y no están al servicio de la política. En cambio, ahora hay varios creadores de contenido que cobran según la oferta de políticos desesperados y la demanda por injuria a la que se exponen.

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Asusta que el crecimiento del mercado de opiniones pagadas lleve a una fatiga social en la que ninguna ciudadana o ciudadano se interese por apoyar causas sociales genuinas. Si todo avanza como va, pronto a cualquiera puede parecerle que todos los activismos ahora son artificiales. Ya no será claro si ante una injusticia tenemos que unirnos para hacerle un llamado a la sociedad o a la línea de servicio al cliente porque no hubo suficientes reposteos.

En el libro Grassroots for Hire, el autor Edward Walker explica que fabricar y comprar un ilusorio apoyo para una causa puede erosionar la frontera entre la movilización genuina y la manipulación estratégica. En sociedades donde el cinismo ya ha reemplazado a la esperanza, este tipo de manipulación termina por desactivar la acción colectiva informada. En el papel hay propuestas de regulación, pero pareciera que nuestras conversaciones digitales terminarán siendo lideradas por sensibles activistas políticos que, ante los problemas de la sociedad, decidieron alzar su voz y los precios.

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@danielruge

Por Daniel Ruge Chamucero

Daniel Ruge ha sido ganador en dos ocasiones del Premio Nacional de Periodismo Simón Bolívar. Es colaborador de 6AM Hoy por Hoy de Caracol Radio y de la Tele Letal. Es comunicador social y estudió una maestría en Derecho Internacional.
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