Escuché a Luis Carlos Vélez, director de La FM, decir que él iba “en contravía de todo” y me fue inevitable verlo como a Hollman Morris. De repente, imaginé que daba su editorial contra el gobierno al ritmo de Colombia Conexión de Aterciopelados, la canción que identificaba a Contravía, el programa que hizo célebre al hoy gerente de RTVC.
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Vélez soltó esa frase en un segmento de su programa radial. Allí desestimó la COP16 sobre biodiversidad que se hará en Cali. Dijo que se trataba de un evento al que sólo asistirán lagartos. Y si así fuera, señor Vélez, tienen derecho porque hay 245 especies de lagartos en Colombia, incluida la de su papá cuando habla de Ramón Jesurún.
Luis Carlos Vélez es el nuevo Hollman Morris porque dice ir en contravía, pero su supuesto ejercicio del contrapoder tiene una férrea ideologización. Los dos se muestran políticamente incorrectos, pero, de algún modo, cada uno guarda la compostura que le agrada al poder con el que transitan en la misma vía. Es lo que pasa cuando se tramita la licencia de conducir noticieros en el Ministerio de Transporte de Sesgos y Estereotipos.
¿Qué tiene de irreverente despreciar un esfuerzo global por conservar la biodiversidad amenazada por la producción extractivista? ¿O cómo puede ser periodismo alternativo aquel que sólo comunica la versión oficial de un gobierno? Tal vez se comportan así porque pueden derrochar la gran credibilidad que ganaron con sus entrevistas. Por ejemplo, aquella en la que Vélez le hizo un reto roquero a Iván Duque, u otra en la que Morris presenta el testimonio de un pastor antivacunas como prueba de inteligencia militar.
Digo que ellos se parecen porque tienen como bandera la defensa de los derechos humanos. Luis Carlos se enfoca en Venezuela, pero le da el beneficio de la duda a Bukele. Y Hollman, que ha denunciado siempre atrocidades contra quienes viven en condiciones vulnerables, ahora se hace el de la vista gorda con Maduro. Eso nos recuerda que la credibilidad se gana señalando todo tipo de abusos, no basta con haberse puesto un chaleco caqui y mientras se levantaba una ceja ante una cámara de CNN o Telesur.
También tienen en común su liderazgo. Al uno se le vio en televisión en vivo gritar a su equipo y se le ha escuchado hostil en radio con personas de su mesa. Y el otro tiene conocidos señalamientos por presunto maltrato laboral. Creo que Vélez y Morris no van en contravía porque en algún punto de la carretera lo que decidieron fue hacer un giro en “usted no sabe quién soy yo”.
Quienes llegaron hasta acá dirán que no hay punto de comparación, pero insisto: Luis Carlos considera que la institucionalidad se ve amenazada por un acuerdo de paz o por reprobar los excesos del Esmad. Y de su lado, Hollman toma críticas chocantes y actuaciones de ramas del Estado como golpes blandos. Polos opuestos que probablemente se juntarían para evitar una COP que promueva la diversidad en sus líneas editoriales, lo cual pondría en riesgo su egosistema.