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Paz chiquita, mesianismo XL

Daniel Ruge Chamucero

27 de noviembre de 2025 - 12:05 a. m.

El Acuerdo de paz con las FARC-EP cumplió nueve años la misma semana en la que se reventaron las costuras de la Paz total. Lo pactado en 2016 es un logro de la sociedad colombiana, pero para algunos nunca será suficiente debido a su ambición de poder. Unos afirman que la confrontación armada debió seguir hasta eliminar a la guerrilla, y otros que se trata de una “paz chiquita” que no es suficiente. A quienes insisten en que en serio había una mejor alternativa, les pregunto: ¿y esa opción está aquí con nosotros en este momento? ¡Que se manifieste!

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Es curioso que quienes sostienen su capital político sobre la fantasía de haber continuado una onerosa y dolorosa guerra sean la oposición más visible al gobierno que ha impulsado la Paz total. Constantemente, señalan al jefe del Estado como improvisador, egocéntrico y populista. Adjetivos que, curiosamente, le calzan de manera precisa a su propio discurso guerrerista que vende venganza como justicia para ganar votos. Así como lo señalé en una columna pasada, quienes insisten en la doctrina “plomo es lo que viene” necesitan actualizarse en tendencias de populismo y empezar a decir que van a “expandir el virus del plomo por las estrellas del universo”.

¿En realidad alguien imagina que la situación de orden público y seguridad podría estar mejor si las FARC aún existieran como guerrilla? Duque y Petro habrían tenido que enfrentar a un ejército irregular, aún con vocación de tomarse el poder. Las cerca de 9 mil armas que dejaron seguirían en el campo de batalla y no convertidas en contramonumentos que hacen memoria por las víctimas. Desde luego que la violencia armada actual es un problema grave, pero lo sería mucho más sin el Acuerdo. Es como culpar al extinguidor por el humo que deja el incendio que se está apagando.

También es curioso que quien califica el Acuerdo como una “paz chiquita” lidere una “paz grande” que resultó, precisamente, en la infiltración del Estado por parte de las disidencias de alias ‘Calarcá’. El Acuerdo firmado en el Teatro Colón no es perfecto, pero fue producto de un proceso con método y estructura. Es verdad que cesar la violencia armada requiere cambios sociales y económicos, muchos de los cuales, de hecho, contempla tal acuerdo. Así que es probable que realmente estemos ante un problema de tallas: que la voluntad de implementación del Acuerdo sea chiquita, mientras que quien gobierna no da la talla porque insiste en lucir su mesianismo XL.

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Entre quienes promueven la “guerra total” y la “paz total”, hay un cínico interés por socavar el mérito del pacto de paz que logró Colombia hace ya casi una década. Los argumentos son distintos, pero en el fondo la técnica es la misma: buscar votos cargando el Acuerdo con un enorme peso de expectativas y culpas que no le corresponden. En pocas palabras, si alcanzar la paz fuera la Copa del Mundo, el Acuerdo de 2016 sería la clasificación. Y todas esas críticas equivaldrían a que un comentarista malaleche propusiera no ir al Mundial sólo porque el equipo no garantiza ser el campeón.

Por Daniel Ruge Chamucero

Daniel Ruge ha sido ganador en dos ocasiones del Premio Nacional de Periodismo Simón Bolívar. Es colaborador de 6AM Hoy por Hoy de Caracol Radio y de la Tele Letal. Es comunicador social y estudió una maestría en Derecho Internacional.
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