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No le hacemos favores a todo el mundo. Hay algunos imposibles que, incluso, describimos claramente como “ni a mi madre” o “ni por el berraco”. A pesar de eso, vivimos tiempos en los que muchas personas lo dan todo por un líder político. En espacios digitales y reales, ahora observamos comportamientos que hacen pensar que varios simpatizantes estarían dispuestos a ser fiadores, cuidarle un bebé o prestarle grandes sumas de dinero a una candidata o candidato de su simpatía. Sospecho que la gente se siente tan sola hoy que no le queda de otra que soñar con ser amiga de alguien dispuesto a pedir votos con bailes de TikTok.
He visto cambios en gente conocida, de esa con la que uno sólo mantiene contacto por seguirse mutuamente en redes y quedar expuesto a sus publicaciones. He visto cambiar a excompañeros de la universidad que tenían un perfil para triunfar en el mundo corporativo. Sus publicaciones a lo largo de una década han pasado de consejos para cerrar ventas a clamores rotundos por alguna causa política que parece tocarles de forma profunda. De hecho, el contenido de un fanático en especial, que tengo de contacto en Facebook, se intercala sólo entre cosas de su pareja y su ídolo político: el verdadero poli-amor.
Confieso que a veces husmeo en los perfiles de esos conocidos para imaginar qué pudo pasar en sus vidas. Es un interés por el chisme mezclado con genuina curiosidad por entender el fenómeno de radicalización social que vivimos. No dejo de pensar cómo esto le viene pasando no sólo a tías y tíos de WhatsApp, sino a gente mucho más jóven que recuerdo con un criterio interesante en las clases que compartimos. Dejaron de lado su espíritu deliberante para mostrarse dispuestos hacer de todo por el político de turno que les gusta: desde lavarles culpas, hasta barrerles bajo la alfombra todo tipo de denuncias… es lo que se conoce como defensa de oficio.
Es obvio que no se puede decir hoy en día que esto pasa sólo con un segmento del espectro político, cosas así las encontramos en varios tipos de tendencias ideológicas. Basta ver cómo, de varios lados, instrumentalizan sin pudor tragedias causadas por la violencia política o simplemente agitan el cuento del lawfare para excusar actuaciones judiciales en contra de sus figuras políticas. Nada nuevo, sólo que a veces todo pierde sentido cuando gobierno y oposición coinciden en usar las mismas tretas. Algo que podríamos definir como la Unidad Nacional que nos llegó por Temu.
¿Qué hace que muchos estén dispuestos a reemplazar sus relaciones familiares y personales por alguien que les promete algo a cambio de su voto? Quienes han estudiado el tema señalan que este comportamiento puede provenir de un impulso tribalista originado en la evolución de los homínidos hace miles de años. Por ejemplo, ¿sabían que el homo erectus tenía un cerebro menos desarrollado que el homo sapiens, pero hay dos pruebas de su gran inteligencia? Primero, descubrió cómo controlar el fuego y, segundo, nunca metió las manos en él por políticos… ese ya fue un invento del homo lambón.
