LA NOTICIA SOBRE LA MUERTE DE Ti rofijo fue una de las más esperadas en cuarenta años y terminó como una de las más confusas.
Por la forma como apareció y por la manera como se confirmó. Que se le “zafó” al Mindefensa en medio de una entrevista. Que la filtró deliberadamente con el compromiso de publicarla determinado día (¿para evitar que el Estado fuera chiviado por las Farc?)… en fin. Es algo que no quedó claro.
Como tampoco el silencio inicial del Presidente y del Ministro de Defensa, dados a encabezar noticias más “chichipatas”. El Ministro dice inicialmente que le faltaba certeza, pero luego admite que el viernes en la noche se sentía seguro para “zafarse”.
El sábado en la tarde, en el atril asignado para el Ministro y su cúpula, aparece un almirante solitario leyendo un comunicado. Allí confirma que “nos enteramos de que (Tirofijo) está muerto”, con fecha y hora del deceso, pero sin causa establecida. Y para sorpresa de los periodistas que cubren la fuente, informa sobre tres bombardeos “en diferentes áreas de La Uribe, Meta”, donde “se tenía información de que estaba Tirofijo”, justo en los días en que debía estar agonizando. El documento aclara que “ninguna de estas operaciones se realizó en la fecha en que se reporta la muerte de Marulanda” (el 26 de marzo).
Pero al día siguiente el Comandante de las Fuerzas Militares le cuenta a El Tiempo cómo se realizó “una de las operaciones más grandes de los últimos años”. Dice que los aviones lanzaron 114 bombas contra 50 objetivos, “20 de los cuales fueron atacados entre el 20 y el 29 de marzo con 48 bombas”, aunque no especifica qué pasó el 26. Enumera 526 granadas de mortero lanzadas, 30 combates, 16 guerrilleros y cuatro miembros de la fuerza pública muertos y 74 campamentos atacados. Entre lo incautado menciona 51 toneladas de víveres (¡!).
El martes, ya en rueda de prensa, el Comandante del Ejército reporta que fueron cuatro bombardeos. El 20, el 29, el 30 y el 31 de marzo. A pesar de la diferencia en los ataques aéreos, Montoya coincide en las 114 bombas, pero en cuanto a granadas sólo habla de 352.
Cualquiera de las dos versiones es impresionante. Y por eso es más extraño que no se hayan mostrado a la prensa videos, fotos, materiales incautados o cuerpos de guerrilleros abatidos, como ocurre en casos más simples. Es posible que en su momento esta acción sin precedentes haya sido secreta, pero obviamente ya dejó de serlo. Salvo que los detalles se tengan reservados para algún medio. Porque en el oficio periodístico todos tenemos derecho a chiviar y a ser chiviados.
Pero también a preguntar en voz alta: ¿Por qué este bombardeo de datos a posteriori? ¿Para que quede la idea de que Tirofijo pudo ser abatido? ¿ Para forzar a las Farc a que lo admitan o demuestren lo contrario, como las forzaron a que revelaran el video del anuncio de la muerte? Y si las Farc demuestran que Tirofijo murió del corazón, ¿querrá decir que 114 bombas y más de 350 granadas no lo tocaron?
Si la historia se escribe con la información de la última semana, las generaciones futuras van a quedar en las nubes y la muerte verdadera de Tirofijo será más oscura que todas sus muertes falsas.
Y menos se puede esperar claridad de las Farc. Después de la alocución de Timochenko, superproducida a tres cámaras con efectos y en una “selva” con palmeras, cercas y brisa, pocos les creerán.
Y si pasa más tiempo, ocurrirá como con Carlos Castaño. Cuando uno de sus hombres entregue la osamenta, el Fiscal dirá que existe un 99,9 por ciento de probabilidad de que sea él. Pero quedará un puntito de duda. Así es nuestra historia.