La salida de Daniel Coronell de Semana me recuerda de un episodio que, aunque con causas muy distintas, generó el mismo tipo de indignación y reflexión cuando ocurrió. Me refiero a la decisión de la Casa Editorial El Tiempo de cerrar la revista Cambio. Eso sucedió hace años ya, pero recuerdo que también se oyeron reclamos de censura.
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La salida de Daniel Coronell de Semana me recuerda de un episodio que, aunque con causas muy distintas, generó el mismo tipo de indignación y reflexión cuando ocurrió. Me refiero a la decisión de la Casa Editorial El Tiempo de cerrar la revista Cambio. Eso sucedió hace años ya, pero recuerdo que también se oyeron reclamos de censura.
En el caso de Cambio entendí que fue por un tema económico. La revista perdía plata y sus dueños decidieron, como lo haría cualquier empresario, cerrar un negocio malo. Este derecho le asiste a cualquier dueño de cualquier negocio y no por ello quiere decir que esté censurando a los periodistas que trabajaban ahí.
El caso de Coronell es distinto y más complejo, en el sentido que Coronell seguramente representa un buen negocio para Semana (es el columnista mas leído del país y por ende probablemente incentiva a que la gente se suscriba o compre la revista en la calle). En este caso se abre un debate sobre si un periodista —con razón o no— puede poner en tela de juicio la independencia de un medio, y sus directores deben aguantarse el palazo en nombre de la “no censura”.
Yo creo que es muy difícil acusar de censura a un director de un medio. Ellos están ahí para tomar decisiones sobre a quién ofrecerle espacio editorial en sus páginas, sobre la línea editorial que quieren promover y sobre lo que publican o no. En el caso de Semana —donde trabajé y nunca vi a nadie censurando a nadie—, esa línea es la independencia, la cual siento que han defendido durante su historia. Por eso, por cuestionar la independencia de la revista, esa línea editorial que se ha construido durante más de 35 años, a Semana le quedaba muy difícil tomar una decisión distinta a la que tomó con Coronell.
Prefiero medios con diversidad de opinión, que defiendan la independencia, que expongan lo que haya que exponer. Y en el caso de Semana, claro que la no publicación del informe de las fuerzas armadas es criticable, como ya lo han aceptado públicamente.
En todo caso, no me parece que a la salida de Coronell se le pueda calificar de censura. Me parece que es más por defender una línea editorial que fue cuestionada. Si esa línea, por ejemplo, es de izquierda, o de derecha, o de cualquier índole ideológico, un director de medio bien puede contratar a los periodistas o columnistas que quiera para promoverla. Deben ser los lectores, los consumidores de los medios, quienes definan si esa línea editorial les convence o no.
Es en esa cancha donde los medios compiten. El debate debería ser por el lado de la supervivencia de los medios, de cómo hacer para no caer en la irrelevancia. Creo que esto lo entiende Felipe López, fundador y accionista de Semana que hasta hace poco se desempeñó como su presidente, cuando dijo en El Tiempo que la única perdedora en todo este episodio es esa casa editorial.
No por ser “censuradores”. Es porque se va el columnista más relevante del país, esté uno o no de acuerdo con lo que dice. Pero cuestionar la independencia periodística de esa casa, en opinión de López, no se podía dejar pasar. Al final, y contrario a la opinión generalizada, creo que Semana sale fortalecida de todo esto, por una cosa: la coherencia en defender su línea editorial.
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