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En un análisis muy interesante, pero no muy divulgado, los economistas Eduardo Lora y Miguel Benítez compararon el efecto que hubiese tenido la reforma tributaria presentada por el Gobierno en abril, que desencadenó en la suspensión de actividades por el paro y los bloqueos, y la reforma presentada este pasado 20 de julio por el ministro Restrepo.
Los resultados de esa comparación, como era de esperarse, concluyen que la reforma retirada impactaba de manera mucho más positiva a la población de menor ingreso, mientras afectaba de manera negativa a los de mayor ingreso. En efecto, según los cálculos de los economistas, la primera reforma hubiera implicado un aumento del 68 % del ingreso del 10 % más pobre, comparado con el 27 % de incremento de esta nueva reforma. Y para los deciles 7 a 10, se compara una reducción del ingreso de entre 1 y 4 %, mientras que la nueva reforma no los afecta.
Quienes ni siquiera dejaron discutir la primera reforma deberían a lo menos sonrojarse, si es que guardan algún tipo de coherencia entre lo que dicen y lo que hacen. Gracias a los egos y maniobras políticas, todo atizado por los nefastos efectos de la pandemia, incendiaron el país durante casi dos meses. Además de impedir una reforma progresista, que ponía a muchas más personas a aportar, según su capacidad de ingreso, para poder redistribuir mejor las cargas y tratar de buscar un soporte que permitiera una mejor vida a los más pobres de la población, lograron retrasar la recuperación económica con un enorme costo en empleos y oportunidades perdidas.
Pero creo que eso es mucho pedir. Porque, al parecer, el interés de quienes promovieron el paro nacional, el interés de quienes bloquearon vías, incendiaron peajes, destruyeron sistemas de transporte masivo, nada tiene que ver con que Colombia, como sociedad, progrese. Tiene más que ver, por una parte, con la defensa de derechos de algunas organizaciones y, por otra parte, con la simple destrucción para causar zozobra y caos. Se pasaron por la faja hasta el más simple precepto de lo que hace viable la vida en sociedad, que es que el derecho de unos se puede defender legítimamente hasta que se afecten los derechos de otros. El “no haga a los demás lo que no quieren que le hagan a usted” en Colombia no aplica.
Ni siquiera se apenan por no darle una oportunidad a que se discutiera de manera estructural una reforma al enormemente regresivo e injusto sistema tributario del país.
Ahora nos vemos enfrentados a una reforma tributaria aguada, que afectará sin duda la competitividad del país y que seguramente necesitará complementarse con una reforma mucho más profunda en uno o dos años. Pero eso ya será harina de otro costal. Esperemos que para entonces hayamos reflexionado como sociedad y permitamos que, a través del debate político respetuoso y no violento, seamos capaces de pagar las deudas con las que carga este país desde hace rato.
