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La necesidad de la confiabilidad

David Yanovich

08 de marzo de 2021 - 10:00 p. m.

Que el mundo se está calentando no tiene duda. Este debate está superado y la conciencia sobre la necesidad de reducir emisiones de dióxido de carbono está ya arraigada en la discusión alrededor de este tema. Lo que está lejos de resolverse es cómo lograrlo y quién va a pagar el costo de estas reducciones.

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Esto, además, en un contexto en donde los combustibles fósiles, por su densidad energética, siguen generando eficiencia y una mejor ecuación económica, en muchos casos, que la utilización de energía eléctrica para la demanda, por encima de fuentes renovables como viento o sol para la producción de esa energía.

La ecuación, sin embargo, está cambiando rápidamente. La caída en el costo de paneles solares y turbinas de viento ha permitido, en ciertas geografías con recursos renovables abundantes, que compitan con las de combustibles fósiles. Es posible encontrar precios de cuatro a seis centavos de dólar por kilovatio-hora de costo variable en renovables. Y según estimados de Bloomberg New Energy Finance, el viento y el sol son la fuente de energía menos costosa para 2/3 de la población global. Una verdadera revolución.

Esta, sin embargo, es apenas la mitad del problema. Aunque las renovables son sin duda una fuente de costo variable competitivo, no lo pueden resolver todo. En particular y por el momento, no están ni cerquita de resolver el problema de confiabilidad en el suministro. Esto solo se logra con almacenamiento y, a pesar de la carrera por producir baterías menos costosas y más seguras, aún estamos lejos de lograr que estas tecnologías compitan con la generación con gas natural para dar confiabilidad en el sistema eléctrico.

Por eso es que se necesita la planta de regasificación en Buenaventura, sobre todo en el corto plazo: por confiabilidad. No es un embeleco político, pues la necesidad de esta planta se viene demostrando desde mucho antes de este gobierno. Sin ella, el país está corriendo el riesgo de quedarse sin energía eléctrica confiable y económica en las horas en que no tenemos sol ni viento para generar, y servirá para dar respaldo a la infraestructura de suministro de gas local en casos de falla de la misma. ¿O ya olvidamos que hace unos años más de cuatro millones de colombianos se quedaron sin gas por diez días por la falla en un tubo?

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Además de confiabilidad, el gas importado —que se traerá a Colombia cuando se necesite y lo pagarán solamente aquellos usuarios que lo consuman— ha caído a niveles por debajo de 3,5 dólares por MBTU de manera sostenida. Este precio del gas, sobre todo para los consumidores del suroccidente colombiano, no se ha visto en mucho tiempo. La planta sirve de respaldo ante la falta de nuevos descubrimientos de gas en el país.

¿Cuál es la alternativa si no hay planta de regasificación? No son el sol y el viento. Estas tecnologías, sin almacenamiento, no son confiables durante las 24 horas del día. La alternativa son los combustibles líquidos, el carbón o plantas de gas en boca de pozo con gas doméstico. Pero estas últimas —la única alternativa viable entre las tres— no encuentran frecuentemente un suministro en firme, confiable y económico que permita ofrecer confiabilidad eléctrica. Por el lado del suministro, la alternativa es encontrar yacimientos con reservas suficientes y conectarlos al mercado. En el mejor de los casos, esto es más costoso que la regasificación. En el peor, no se encuentra gas y más de 15 millones de hogares se ven sometidos al riesgo de desabastecimiento.

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Los debates sobre la Regasificadora del Pacífico, en particular, y la electrificación de la economía, en general, han estado llenos de muchos buenos deseos y de verdades a medias. La humanidad está caminando decididamente hacia un futuro de emisiones neutrales en unos 30 o 40 años. Por lo pronto, sin embargo, la alternativa del gas natural sigue siendo eficiente y económicamente viable.

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