A raíz del coronavirus, el concepto de una renta básica universal para un grupo de la población colombiana ha estado presente en el debate económico nacional. Se trata de un giro de recursos, en efectivo y sin condiciones, a ciertas familias que cumplan con algunos parámetros de pobreza multidimensional, pérdida de ingreso, entre otros.
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La renta básica universal sería una verdadera revolución en la forma como el Estado distribuye subsidios y transferencias a la población. Como atinadamente dijo el ministro de Hacienda, es una discusión realmente estructural, y no se puede tomar a la ligera.
Para aplicar una renta básica universal hay que saber a quiénes hay que repartir la plata, cuánta hay que repartir y cómo hay que repartirla. Y hasta que exista claridad sobre los tres temas, es difícil implementarla de manera permanente en el país.
De la ecuación anterior, tal vez los dos componentes más sencillos, desde el punto de vista técnico, son a quién y cómo. Colombia ya tiene una larga tradición de haber clasificado a las familias por nivel de ingreso y por pobreza multidimensional, a través del Sisbén. Por supuesto que hay que depurarlo y mejorarlo, pero identificar un grupo poblacional a quien finalmente se decida girar recursos a través de una renta básica no es complejo.
Lo que es difícil es decidir, como sociedad, dónde trazar la línea debajo de la cual aplicaría la renta básica universal. Y este es un debate netamente político, que será profundo, álgido y complicado, porque se dará en todos los niveles: Gobierno, Congreso, cortes, etc. Se podrían tomar como punto de partida aquellas familias clasificadas en el Sisbén de un puntaje para abajo. Pero, ¿cuál es ese puntaje? Dura discusión esa.
El cómo también es relativamente sencillo, pues basta con tener una cuenta en una entidad financiera para poder recibir los recursos de manera permanente. Esto además tiene la enorme ventaja de que permitiría bancarizar a una buena parte de la población que aún no lo ha hecho y llevarla al sector formal.
El tema más delicado, a mi modo de ver, sería determinar el monto de la renta básica universal. Lo primero que hay que hacer es tener hoy claro cuánto es el total de subsidios y transferencias que hace el Estado. No solamente el Gobierno central, sino también los entes territoriales. En Colombia aún no tenemos la cifra precisa.
Pero esto es solo el primer paso. Una vez tengamos claridad de la totalidad de rentas que se distribuyen hoy, hay que determinar cuánto sería repartible, pues todo no lo es. Buena parte de esos recursos deberán seguir repartiéndose a través de subsidios, pues de lo contrario se desfinanciarían ciertos sectores que hoy están subvencionados, como el de la educación o la salud. Y, finalmente, hay que determinar el monto exacto que recibiría cada familia a través de la renta básica universal. Tiene que ser un monto supremamente bien calibrado, para no ir a generar incentivos a quienes lo reciben de no salir a trabajar, generando así trampas de pobreza entre una población ya vulnerable, resultando el remedio más nocivo que la enfermedad. Algunos economistas han estimado que si se reforma la totalidad del sistema de subsidios y transferencias en el país, y se diseña un esquema de renta básica universal, se podrían repartir entre siete y ocho puntos del PIB.
La renta básica universal es un muy interesante concepto, pero hay que acompañar su diseño e implementación con una reforma completa del actual sistema de subsidios y transferencias en el país. Y habrá que blindar el esquema para que en el futuro no se utilice como fuente de populismo político. Repartir dinero sin condicionamientos, después de todo, es una golosina muy atractiva para manipular.