“Al pueblo judío, los mayores deseos de felicidad en el nuevo año de su calendario”, decía el tuit a propósito de Rosh Hashaná, que marca el inicio de un nuevo año en el calendario hebreo.
Quién se iba a imaginar que este saludo se iba a convertir en una batalla de insultos, unos dirigidos hacia su interlocutor, otros dirigidos a los judíos. En esta sociedad tan fragmentada, tan polarizada, tan llena de prejuicios y tan falta de análisis y objetividad, un saludo de año nuevo se convierte en una batalla campal, en donde nuevamente las redes sociales dejan ver el peligro que son.
“Hitler criollo”, “neonazi”, “Palestina libre, perro”, “judío o jodido”, “saludo nazi”, “el pueblo judío, que olvidó rápidamente el padecimiento del Holocausto y se ha dedicado a lavar dinero de la mafia y a esconder delincuentes en Israel”, “raro que no esté de acuerdo con los genocidas del Medio Oriente”, “¿y al colombiano? ¿Plomo corrido?”, “entre genocidas y despojadores de tierra se entienden”, “con razón su miserableza. Deseándole prosperidad a un pueblo que surgió de pisotear a otro”, “los judíos, el Estado sionista, la élite que domina este mundo. Por cierto las raíces de casi todos los políticos son judías, ahí vemos por qué estamos como estamos”.
Estos son apenas algunos de los trinos de respuesta al saludo de año nuevo. Todos entendemos que tenemos derecho a nuestra opinión, a la libertad de expresarla, a querer o no a algún personaje público u otro. Pero algo va de la opinión al insulto y la intolerancia. Claramente en Colombia ya tampoco se puede desear año nuevo con tranquilidad, sin odio.
Y ni que decir del efecto de las redes sociales para ventilar el estado de ánimo de una sociedad frustrada, que no oye razón ni ciencia, emocional y a punto de estallar. Redes que favorecen más la opinión y la mentira, la superficie que el fondo, las frases efectivas que el análisis.
Redes en donde el interlocutor claramente es más importante que el mensaje. Importa mucho más quién lo dice, no lo que se dice. El rechazo a un personaje u otro hace irrelevante la opinión del contrario, sin importar si tiene o no razón. El insulto remplaza el argumento. El odio remplaza la reflexión. La vanidad opaca la objetividad. La discusión y el debate se nivelan por lo bajo.
Nunca antes la humanidad había sido tan próspera, ni había producido tanta riqueza para generar bienestar a un número tan grande de personas. Nunca antes habían existido herramientas que se pueden utilizar para elevar a la sociedad, para hacerla más tolerante, no para hundirla en la miseria del debate pobre y de los insultos, pero parece que la naturaleza humana se atraviesa.
Un tuit. Es todo lo que se necesita para encender la llama de un fuego que busca arrasar con todo. ¡Feliz año para todos!