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Podría llenar este artículo de frases alusivas a la libertad de prensa.
Decir, por ejemplo: “Dejad que el pueblo conozca los hechos, y el país estará seguro” (Abraham Lincoln). O “la libertad de la prensa es esencial a un estado libre” (William Blackstone) Pero para qué, epitafios bellos hay en las tumbas de los cementerios, de buenas intenciones están plagadas las constituciones.
Sin embargo, y a raíz de lo que ocurrió el viernes en Ecuador, es necesario que los ciudadanos entiendan que eso de la libertad de prensa no es un capricho y por eso no es buena idea que un presidente de un país democrático busque a través de una ley blindarse de cualquier información que lo cuestione. No es posible que al aprobarse la Ley Orgánica de Comunicación se creen entes de control que regulen la actividad periodística y realicen auditorías e impongan sanciones.
Al aprobarse esta ley el presidente de Ecuador se equivoca porque como lo expresó la Asociación Ecuatoriana de Editores de Periódicos –AEDEP– no es cierto que se vaya a democratizar la información en Ecuador. Tampoco es verdad que devuelva la palabra al ciudadano. Más bien, pretende que la voz del oficialismo devenga en única intérprete de los hechos noticiosos. Por eso la Asociación alertó que la “ley mordaza” al incluir la figura denominada “linchamiento mediático” instaurará la censura previa, acabará con el periodismo de investigación que hacen los medios privados y con el seguimiento periodístico de los temas noticiosos de interés nacional que de manera clara no son los mismos que el presidente Correa quisiera que se difundieran. Recordemos nada más lo que pasó cuando los periodistas Juan Carlos Calderón y Christian Zurita publicaron el libro “El gran hermano” que habla sobre los contratos millonarios concedidos por el Estado al hermano de Rafael Correa.
La prensa, por fortuna, debe ser incómoda, debe ser autónoma, debe servir no sólo para fortalecer a la democracia sino también para la búsqueda de la justicia en general. La buena prensa es el gran riesgo que todos los estados democráticos deben correr. Por eso Stuart Mill tenía razón cuando dijo que el hombre es capaz de rectificar sus equivocaciones por medio de la discusión y la experiencia y para eso no son necesarias las leyes, se necesita es formar el criterio, abrir la discusión a su más grande expresión. Cuando un Estado teme, censura y regula, es entonces cuando queda en evidencia que ese supuesto actuar bien lo único que hace es condenar, violar los principios de la libertad.
“Las opiniones y las costumbres falsas ceden gradualmente ante los hechos y los argumentos; pero para que los hechos y los argumentos produzcan algún efecto sobre los espíritus es necesario que se expongan”, dice Mill, los gobernantes deben estar abiertos a las críticas que incluso pongan en duda lo “bueno” que ellos consideran que son o han hecho. Tarde o temprano la verdad prevalecerá.
Es claro que esta medida no sólo afecta a Ecuador sino a toda Latinoamérica; por eso valoro enormemente que el viernes los periódicos colombianos afiliados a ANDIARIOS publicaran el mismo editorial como una forma de presión, evidentemente su impacto es igual al de aquellas frases que cité al principio; sin embargo guardar silencio sería peor, nadie debería quedarse con las ganas de protestar, de exigir, de hablar, de ser consecuente con la búsqueda imprescindible de la libertad.
Así como el emperador necesitó la sinceridad de una niña para darse cuenta de su desnudez, Ecuador necesita que toda Latinoamérica le diga que está actuando mal, que se equivoca, que ese no es el camino. La prensa latinoamericana debe meterse en estos asuntos, callarse sería autocensurarse y eso no lo podemos permitir. Si algo requiere este continente son medios de comunicación vigorosos que no se dejen amedrentar. La libertad no puede atarse a ninguna “Correa”.
desdeelcuarto@gmail.com
