Escucha este artículo
Audio generado con IA de Google
0:00
/
0:00
Hace poco recibí en mi correo electrónico un mensaje que decía en el asunto: “Pagan por leer!!!” Yo, que cada vez que leo los avisos que ofrecen clases de inglés, de mandarín o de cálculo, de apartamentos en arriendo, de carros en venta, siempre sueño con que alguien ofrezca cosas poco comunes, me interesé por el anuncio y lo abrí.
Desde luego la oferta no era lo que yo me imaginaba. No cumplía con mis expectativas literarias. Lo que necesitaban no era un lector de esos que con agrado le leyó a Jorge Luis Borges cuando se quedó ciego, ni aquel que en las tabacaleras cubanas les lee a los torcedores (personas que confeccionan los habanos) periódicos, cuentos y hasta novelas. Lo que buscaban eran personas que estuvieran dispuestas a leer publicidad por internet: “La afiliación es gratis y sólo por leer publicidad vas a ganar dinero”, concluía el mensaje.
Indignado por la pobre oferta que me hizo pensar hasta dónde el ser humano puede venderse, permitir que lo exploten por tan poco, eliminé el mensaje y pensé en aquello que dijo aluna vez Daniel Pennac: “La lectura nos abstrae del mundo para hallarle un sentido”. Salí de casa sin pretensiones y mientras le daba un par de vueltas a las calles del centro de Bogotá, donde me ofrecían papelitos de lujuria y de ayuda espiritual, promociones que no me interesaban, se me ocurrió una idea justo al frente de la iglesia de Las Nieves.
Desde entonces trabajo en la propuesta. No se extrañen si en las universidades, en los teatros, en las librerías, en los buses o en el correo electrónico, encuentran, de repente, un simple aviso, un tanto cursi, que diga: “Me ofrezco para leer, antídoto efectivo para superar las crisis económicas del alma”. Cada sesión será ilimitadamente gratis. ¿Algún interesado?
desdeelcuarto@gmail.com
@d_aristizabal
