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Una cajita de memoria

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Diego Aristizábal
16 de septiembre de 2012 - 11:00 p. m.
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Me impactó el ejercicio que realiza el Programa de Atención a Víctimas del Conflicto Armado de Medellín.

Para conmemorar el Día Internacional del Detenido Desaparecido, decidió entregarle una simple cajita de madera, sin ningún adorno, a las familias que nunca más volvieron ver a sus seres queridos porque fueron víctimas de desaparición forzada.

La idea era que esas cajitas, esas “cápsulas del tiempo”, como las denominaron algunos, fueran llenadas de sentido, se volvieran un altar, un memorial para no olvidar jamás a hijos, padres, seres humanos que el Estado, la guerrilla y los paramilitares eliminaron, desaparecieron, borraron del mapa como si la vida no importara.

Las cajitas fueron devueltas y exhibidas en un acto simbólico hace un par de semanas en el sitio donde actualmente se construye el Museo Casa de la Memoria de Medellín. Las personas colgaron sus recuerdos más queridos en bases de madera que se convirtieron en pequeños árboles de memoria que muestran muy bien quiénes fueron los desaparecidos.

Sobre la madera lisa los familiares pintaron flores y mariposas, trazos de colores, casas campesinas e iglesias. Pegaron calcomanías, depositaron fotografías que congelaron un último encuentro familiar. Se desprendieron de la última taza de café o de una simple cuchilla de afeitar, de objetos que durante años abrazaron, conservaron porque eran los únicos recuerdos de aquel que salió y nunca más volvió. En los compartimentos, separados apenas por un vidrio, hay imágenes de santos, ovejitas que cuidan un balón de fútbol, cartas, flores artificiales, portarretratos, relojes, crucigramas inconclusos, frases como: “Nunca olvidaremos tu sonrisa”, “siempre te espero”, “la cajita de nuestros sueños” o “¿acabará algún día la violencia?

Hay cajas que además de recuerdos tienen pruebas. Está una cajita que tiene la fotografía de dos hermanos y una pequeña representación del puente de Occidente ¿la razón? Su madre asegura que ambos fueron arrojados desde allá, en ese sitio los desaparecieron. Otra cajita es la de Luis Fernando Lalinde quien fue detenido, torturado y asesinado por el Ejército. Este caso, que estuvo a punto de quedar en el olvido en la década del 80, fue desarchivado por presión internacional hasta el punto de que la Comisión Interamericana de Derechos Humanos condenó al estado colombiano por esta desaparición. Apenas en 1996, a través de una prueba de ADN, la madre de Luis Fernando pudo constatar lo que ya presentía desde que exhumaron los restos de aquel NN. La prueba genética demuestra el parentesco con su madre y con su hermana y por eso está pegada en la caja de la memoria.

Ahora, estas memorias “Con-tenidas”, como es el nombre de la exposición itinerante, llegarán al Museo de Arte Moderno de Medellín y luego recorrerán algunos parques bibliotecas. Desde ya se planea una futura muestra con las víctimas de homicidio. La idea de todo esto es que entendamos que en este conflicto inacabado no puede tener cabida el olvido.  

desdeelcuarto@gmail.com  /  @d_aristizabal

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