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El que la hace la paga

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Diego Laserna
25 de septiembre de 2009 - 05:49 p. m.
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Hace poco más de un año se debatía agitadamente en la Comisión Primera del Senado, la aprobación de la reforma política conocida como "la silla vacía".

La reforma, que fue valientemente defendida por Gina Parody y Gustavo Petro, tenía como objetivo depurar al congreso de las personas que hubieran sido elegidas con auxilio de los grupos armados. Para hacerlo, prometía quitarles las curules a los congresistas que tuvieran procesos por vínculos con grupos armados, quitarle la personería a los partidos que tuvieran más del la mitad de sus congresistas en esa condición y obligarlos a devolver la plata obtenida por la reposición de votos.

Desde el principio, la reforma enfrentó la oposición de los sospechosos de siempre: Samuel Arrieta, presidente de Convergencia Ciudadana - el partido de los parapoliticos por excelencia- alegó, manoteó y casi se va a los puños con Petro para tumbar la reforma. Era entendible, con la reforma hubiera perdido su curul y su partido habría desaparecido. Pero a pesar de la vehemencia de Arrieta y de ser apoyado por la U y por el partido Conservador, los enviados del presidente no tenían los votos suficientes.

La decisión, al menos en primera instancia, de sacar a los parapoliticos del congreso dependía de Germán Vargas y su partido, Cambio Radical. ¿Y qué hizo Vargas? Con tal de salvar las curules de sus cinco senadores y tres representantes involucrados en la parapolítica, se hizo el loco. Se lavó las manos y renunció a su curul, pero le ordenó a tres de sus senadores (entre ellos Rodrigo Lara) pasar de agache frente a la reforma y dejar que se hundiera por falta de quórum.

Después de poco más de un año, el destino le pasó la factura por su cobardía: dos reemplazos de parapoliticos de Cambio Radical en el Senado y uno en la Cámara traicionaron sus aspiraciones presidenciales aprobando el referendo. Dos de ellos: Ramón Elías López y María Violeta Niño, además, se pasaron al Partido de la U. Lo más paradójico es que su mezquindad en el tema de la silla vacía le permitió a la coalición uribista preservar las mayorías que le hicieron posible pasar el referendo.

Hoy Vargas Lleras posa como un gran demócrata y, a medida que se vaya encostrando el autoritarismo en el país, irá subiendo el tono de sus críticas al presidente y la coalición oficialista. La historia no olvidará que él no solo hizo mal sus cálculos políticos, sino que en medio de su egocentrismo burocrático fue el que le permitió a un congreso criminal consagrar un tirano en el poder.

*En mi columna anterior aseguré erróneamente que Carlos Gaviria no tenía página de internet, sin embargo considero que a pesar de la página y la gaita el análisis allí expuesto todavía es válido.

 

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