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La conformación del nuevo sistema de educación superior que emane de la reforma a la educación que viene adelantando el Gobierno Nacional debe responder a problemas estructurales de la educación como garantizar el acceso y la cobertura. Cifras del Ministerio de Educación Nacional¹ nos indican que existe una hiperconcentración de instituciones de educación superior en ciudades principales como Bogotá, Medellín o Cali, y en algunos municipios como Pamplona en Norte de Santander. La concentración de las universidades en grandes urbes se ha traducido en un abandono progresivo de las comunidades de las regiones más distantes geográficamente del centro de la nación: la costa Pacífica, los Llanos Orientales, la Amazonia, parte de la costa Atlántica y el archipiélago de San Andrés y Providencia.
El proceso de gestión del conocimiento para el bien común es fruto de un trabajo de largo aliento, en el que las universidades se instalan en el territorio, por ejemplo, mediante institutos de investigación que permiten conocer la realidad del territorio para ofrecer alternativas de formación que contribuyan al desarrollo regional y aporten a la solución a los problemas sociales de las comunidades. Por otra parte, debemos fortalecer financieramente nuestras universidades públicas para que estas cumplan con su principal tarea: construir nación. Se trata de lograr que todas las colombianas y todos los colombianos, sin distingo de nuestro origen, nos sintamos miembros de un gran país de regiones, construido sobre el respeto de las diferencias, donde colaboramos para construir un futuro incluyente y en paz.
En síntesis, debemos avanzar hacia un sistema de educación superior que apueste por la consolidación de la nación colombiana, reconociendo nuestra diversidad y pluriculturalidad, tal como lo señala nuestra Constitución Política. Para ello nuestras mejores herramientas serán el diálogo de saberes y el reconocimiento tanto de la experiencia académica y científica con la que hoy día ya contamos como de los saberes ancestrales de nuestras comunidades.
Nuestras universidades tienen experiencia en las zonas donde hay un mayor déficit de cobertura. La Universidad Nacional de Colombia (UNAL) recibe estudiantes de más del 85% de los municipios del país, gracias a sus sedes andinas y de presencia nacional (estas últimas ubicadas precisamente en los lugares de menor cobertura) y a los programas de admisión especial que dan acceso diferenciado a las comunidades menos favorecidas. El caso de la UNAL no es único, otras universidades como la del Valle, la de Antioquia o la Industrial de Santander tienen seccionales que les permiten hacer presencia en distintos lugares de sus departamentos. Esta experiencia es también homologable en el mundo. Universidades como la Universidad Nacional Autónoma de México, la Universidad de Guadalajara, la Universidad de Sao Paulo o la Universidad de Buenos Aires tienen programas de acceso especial para comunidades indígenas o afrodescendientes.
Las universidades públicas debemos ser lo suficientemente flexibles para abrirnos a formas distintas de ver el mundo, a través de un diálogo de saberes que permita un aprendizaje continuo y en doble sentido.
Por 16 años el programa PEAMA de la UNAL ha demostrado ser una invitación para que las universidades vayan más allá en la inclusión de todos los sectores en la educación. Gracias a la diversidad étnica y cultural de la cual hoy goza nuestra universidad, hemos comprendido que nuestras universidades deben ser universidades abiertas a aprender; en ellas se ofrece, pero también se recibe conocimiento.
Si nuestro país desea avanzar en el acceso a la educación superior y en el aumento de cobertura responsable y de calidad, nuestras 34 universidades públicas deben fortalecerse, expandirse para llegar a cada rincón del territorio nacional. Además deben crear espacios autónomos, unidades académicas donde los saberes de las comunidades indígena, afrodescendiente, raizal, etc., puedan desarrollarse con autonomía, respetando su identidad y apostando por el aprendizaje mutuo. En palabras de Mato (2011)², la colaboración intercultural no puede reducirse a un sistema de cuotas en las universidades; por el contrario, debe reconocer la validez e importancia de ese conocimiento que es generado por las comunidades.
El país debe consolidar alternativas que contribuyan, desde el sistema de educación superior, a la consolidación de nuestro proyecto nacional y al desarrollo de nuestras comunidades. Invito a todos los actores involucrados en el sistema a fortalecer los puentes de colaboración para que el diálogo de saberes permita que nuestras regiones cuenten con la cobertura adecuada y pertinente de educación superior replicando, cuando sea del caso, experiencias exitosas del país y ejemplos exitosos del extranjero.
¹ SNIES 2022.
² Daniel Mato. (2011). There is no ‘universal’ knowledge, intercultural collaboration is indispensable, Social Identities, 17:3, 409-421, DOI: 10.1080/13504630.2011.570978
* Rectora, Universidad Nacional de Colombia. @DollyMontoyaUN.
