En una reciente crónica, titulada Cómo hervir agua (nivel I), comenté acerca de la existencia de una trilogía de recetas que hacen presencia en la mayoría de cocinas del mundo y que sin tener nombre propio son de conocimiento universal.
No son recetas que requieran destreza manual y amplio dominio del cuchillo; tampoco son recetas que exijan un largo proceso de preparación a partir de meticulosos adobos y complicadas maceraciones; mucho menos se trata de recetas que se complementen con salsas especiales o que involucren sofisticados sistemas de elaboración (baño María o horneado en tres temperaturas). Dichas recetas constituyen el mejor examen de cocina para saber quién es quién en el arte del fogón. Ellas son: un aromático café; unos sencillos huevos revueltos y un suelto y esponjado arroz blanco. Los adjetivos que antepongo a la trilogía mencionada constituyen su único grado de complicación.
Alguna vez —en otras publicaciones— he escrito acerca del café o tinto y de la importancia de respetar unos pasos mínimos que aseguran una preparación sublime y exacta, ajena a cafeteras de alta tecnología y donde la calidad del agua es tan importante como aquella del café y no menos importantes sus pocos y elementales requisitos de preparación. Algo similar sucede con los huevos revueltos, los cuales hechos a la topa tolondra saben a huevos con afán… unos huevos revueltos sólo exigen serenidad en su preparación, un recipiente adecuado, una materia grasa conveniente en cantidad y calidad y 3 ó 4 minutos máximo de permanente atención. Y esta trilogía se cierra con el esponjado arroz blanco, receta que posee más de mil versiones diferentes para llegar a un mismo resultado; sin embargo, esta preparación constituye una auténtica trampa culinaria, la cual muchas veces atrapa hasta a los más reconocidos chefs, pues, por el famoso afán que se vive hoy en día, caen en truquitos de aceleración que con esta elemental receta casi nunca funcionan.
Estoy segura de que son muchas las personas en nuestro medio que saben preparar estas tres recetas convenientemente; pero más convencida estoy de que son muchas más quienes dicen saber prepararlas y a la hora de la verdad no tienen la más mínima idea, pues sus sofisticados cursos de cocina (hechos casi siempre de afán) sólo les permiten dominar la técnica del sushi, los secretos de la cocina tailandesa y 12 versiones de tacos y burritos mexicanos… en otras palabras, no se les mencione recetas sencillas, pues ellos sólo saben preparar recetas complicadas.
