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Se está organizando una rebelión al interior del Partido Republicano en los Estados Unidos. Ya era hora. Su moral ha sido puesta a prueba desde que llegó Donald Trump a la Casa Blanca. Pero ante el mal manejo por parte del presidente de la crisis por el coronavirus en su país y de las protestas por racismo, a muchos republicanos los agobia más su conciencia que su lealtad política. Algunos son rostros famosos que esta semana se distanciaron públicamente del presidente, pero hacen parte de un plan mayor que se trama desde la base del partido a cinco meses de las elecciones presidenciales. Para la tribuna parecerían actos espontáneos provocados por la frustración, pero son el resultado de una red que se forja a punta de videollamadas hasta tarde en las noches y correos confidenciales que cuentan de una revuelta.
Se llama Lincoln Project y es un movimiento compuesto por republicanos que hacen campaña en contra de Donald Trump. Fue fundado en Washington en diciembre del año pasado cuando el coronavirus ya rondaba por Wuhan, y el resto de esa historia ya la conocemos. Es por eso que apenas ahora empieza a tomar fuerza y a hacerse sentir. Su lema es sencillo: hacer todo lo que sea necesario para que el presidente no sea reelegido pues no lo consideran apto para gobernar. Han gastado millones de dólares en comerciales, algunos dirigidos a otros republicanos para que no tengan miedo de decir lo que piensan por temor a desatar la ira de su jefe o de su electorado. Hay otro grupo igual de serio y organizado. Se llama Republican voters against Trump, e invirtió diez millones de dólares en campañas que consisten en testimonios de prominentes republicanos y ciudadanos del común en contra del presidente.
Después están los pesos pesados que recientemente se han alejado de Trump y que dejan frases memorables. Recojo algunas que evidencian que ya es imposible —hasta para los políticos y militares más curtidos— ignorar el elefante blanco en la oficina oval. “Lo que estamos presenciando es el resultado de tres años sin liderazgo maduro”, eso dijo el general James Mattis, exsecretario de Defensa de Donald Trump y una de las voces que esta semana dijo “no más”. También se pronunció el exsecretario de Estado republicano Colin Powell: “No ha sido un presidente eficiente y miente todo el tiempo”. La senadora republicana de Alaska, Lisa Murkowski dijo ser parte de un grupo de colegas que se preparan para alzar su voz en contra del presidente: “Es importante que tengamos un líder que nos una y no podemos vivir con miedo a sus trinos”. La lista es larga e incluye a otros prominentes republicanos como el senador Mitt Romney y el gobernador Jeb Bush. Mi frase favorita es la Francis Rooney, congresista de la Florida e importante donante del partido de Trump, que esta semana dijo: “Esta vez apoyo a Biden porque Donald Trump nos va a enloquecer”.
Aún falta el premio mayor: el expresidente George W. Bush, el único exmandatario republicano vivo. La noticia que muchos quieren escuchar es que apoya al demócrata Joe Biden como candidato a la Casa Blanca, pero ese titular aún no llega. Pero tampoco votará por Donald Trump. Según su jefe de prensa, Bush se mantendrá al margen de las elecciones este año. Sin embargo, su discurso por estos días se parece más al de Biden que al de Trump. Mientras el mandatario desafía a los manifestantes tras la muerte de George Floyd y amenaza con enviarles al ejército, Bush y Biden coinciden en que su país tiene una deuda pendiente con la comunidad afrodescendiente y una herida abierta aún por sanar. Por cierto, a Biden no se le escapa del radar el movimiento que se forma en Washington y ya incluyó en su agenda de campaña una estrategia que llamó “Republicanos con Biden”.
Vale la pena terminar con una frase que publicó el Lincoln Project en un reciente editorial en The New York Times: “La Presidencia trasciende al individuo que ocupa la oficina oval. Sus personalidades se convierten en parte de nuestro carácter como nación. Sus actos se convierten en los nuestros y por ello compartimos su responsabilidad”. Tienen razón, Estados Unidos bajo el mando de Donald Trump perdió su autoridad moral y los republicanos que sigan de su lado corren el riesgo de perder también la suya y de tener que responder por actos que no cometieron, pero que permitieron.
