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La tragedia de Narciso fue doble. La figura mitológica griega se enamoró de su propia imagen al verla reflejada en una laguna y - al no poder poseer el objeto de su deseo porque el agua se desdibuja al tocarla- se lanzó al estanque y de paso a su muerte. Su tragedia fue doble; mientras no apartó la mirada de su rostro, tampoco pudo ver lo absurda que era su realidad ni existió atisbo de reflexión y cordura.
El narciso más famoso del mundo hoy en día se llama Donald Trump y la imagen que adora es la suya reflejada en una pantalla de televisión. Su tragedia también es doble. No solo no puede ver más allá de su deseo de poder, sino que no tiene la capacidad de darse cuenta de que la realidad no es como él cree. Podría uno darse banquete comparando a Trump con el joven Narciso y la vanidad que los esclaviza, de no ser porque al mandatario le quedan 67 días a cargo de la potencia número uno del mundo y su comportamiento puede ser letal.
La primera vez que se habló abiertamente sobre la salud mental de Donald Trump fue durante una conferencia de psiquiatras en el 2017 en la Facultad de Medicina de la Universidad de Yale, la cual llamaron: “El deber de advertir”. Casi 400 profesionales rompieron una de las reglas de oro de su profesión al diagnosticar a distancia a una persona que ninguno evaluó. ¿La conclusión? La misma a la que siguieron llegando otros expertos en salud mental desde entonces, incluyendo a su sobrina Mary Trump: trastorno de personalidad narcisista.
Eso quiere decir varias cosas y tiene muchas facetas, pero sin duda la más grave es la que viven hoy en la oficina oval: la ira narcisista. Algunas de las características de quienes comparten su diagnóstico son el fantasear sobre su éxito, exagerar sus logros, abusar del poder, dar siempre la sensación de no sentir dolor y negar la realidad. Su sobrina Mary lo relaciona con el trato que le dio Fred Trump a su hijo Donald, que incluía celebrarle el matoneo a sus hermanos y convertirlo en un maestro de la manipulación, lo cual ella dice terminó destruyendo a su padre Fred Júnior, que murió alcoholizado.
Para los expertos, ya no de salud mental sino de seguridad nacional, la ira del narcisista en jefe es asunto serio. Cuando la visión de grandiosidad que tiene de sí mismo se desmorona y enfrenta una humillación pública, el narcisista puede reaccionar con furia desproporcionada y sin razón. Los escenarios que se manejan van desde incitar a sus bases a la violencia, revelar secretos de Estado o iniciar una guerra nuclear con Irán o China. El narcisista es amoral y a estas alturas no queda más que esperar que los cuerdos que están cerca al mandatario eviten que ocurra una desgracia.
Mary Trump, con doctorado en sicología, le puso a su libro un título que resume bien el caso su tío paterno: “Cómo mi familia creó al hombre más peligrosos del planeta”, y en estos días uso la palabra “incalculable” para definir el daño que podría hacer Trump desde hoy hasta el 20 de enero cuando juramente Joe Biden. Aunque las historias de Narciso y Trump se parecen, juzgando por el comportamiento del mandatario, su final será distinto. Según la mitología griega, en el lugar donde murió ahogado el bello joven nació la hermosa flor que hoy conocemos como narciso. A Donald Trump no le auguro un final tan poético.
