Nunca voy a olvidar el día en que conocí a Francia Márquez. Recuerdo su pequeña figura y su semblante cansado después de días de camino entre Suárez, Cauca y Bogotá a la cabeza de “La Marcha de los Turbantes”. Fue en noviembre de 2014 cuando ella, junto a otras 70 mujeres del consejo comunitario La Toma, caminaron hasta la capital del país. Exigían el fin de la minería criminal y el avance en la titulación colectiva de los territorios que habitaban ancestralmente.
Para entonces, Francia había ganado una tutela contra los ministerios de Minas, Ambiente y del Interior. Su vida corría peligro debido a las amenazas subsiguientes. La entrevisté, por primera vez, y su visión de país me llenó de admiración. Su liderazgo era indiscutible y también las interseccionalidades que sobre ella se hacían realidad.
Su vida misma encarnaba las consecuencias del racismo estructural, del patriarcado, del capitalismo consumista y del abandono territorial que se han atornillado en los cimientos de una nación que jamás imaginó a una persona como ella ocupando un cargo como la Vicepresidencia. Verla ganar el 19 de junio de 2022, junto a Gustavo Petro, no representó menos que una afrenta a quienes se han visto beneficiados por el sistema racista, clasista y machista. Entre ellos muchos de quienes, de manera equivocada, se consideran “blancos” en este país donde el mestizaje es el único común denominador.
A veces me pregunto si no tienen espejo en sus casas. ¿De dónde sacan la desfachatez para llamarnos “simios” o para decir que “los negros roban, atracan y matan” como lo hizo Luz Fabiola Rubiano el 26 de septiembre de 2022, poniendo de manifiesto lo que piensan miles de colombinos? No soportan el hecho de que una mujer como Francia Márquez sea parte del alto Gobierno Nacional.
Es evidente que no por el hecho de tener una vicepresidenta negra, en Colombia se acabó el racismo. Tampoco empeoró, pero sí salió a la luz. Rubiano vomitó el sentir de muchas personas, y debo resaltar que no manifestó su odio solo contra la vicepresidenta. Ella se refirió a “los negros” como colectivo. Así que no se trata de una rencilla personal de Francia Márquez, quien esta vez decidió no conciliar, ya cansada de unos insultos que no empezó a recibir cuando retó al sistema político tradicionalista, sino cuando por primera vez decidió levantar la voz a favor de su pueblo.
Hacer uso de las herramientas legales creadas para defender la comunidad afrocolombiana es lo mínimo que la vicepresidenta debe hacer. Para eso existe la Ley 1482 de 2011 antidiscriminación, poco conocida por la opinión pública hasta el episodio que nos convoca. Cada ciudadano colombiano debería conocer esta ley y hacer uso de ella cuando sea necesario.
No me sorprende que ahora la mala sea Francia porque a la pobre doña Fabiola la condenaron a 17 meses de prisión (seguramente no pasará ni una noche en la cárcel, ya que condenas de este tipo son excarcelables) y a pagar una multa de 13 salarios mínimos. Esto se llama “el doble estándar del racismo”, que consiste en la creencia de que el problema no es que nos discriminen, sino que nos defendamos. Siempre les salimos a deber. Están convencidos de que las personas negras tenemos que aguantar hasta la muerte y aceptar las disculpas hipócritas de los racistas, cuando rara vez las piden. La única manera de sacar algo bueno de esta dolorosa situación (porque el racismo duele) es sentar un precedente de antirracismo. ¡Que así sea!