Diciembre de 2019. La vida y sus inesperados vericuetos me llevaron por primera vez a la cuna de la humanidad. Pisar el continente africano era mi sueño más grande. En especial la Isla de Goré en Senegal. Durante más de 300 años, el atolón ubicado en el punto más cercano a Abya Yala fungió como centro de acopio de prisioneros africanos llevados allí a experimentar torturas indecibles antes de atravesar la puerta de no retorno. Ellos y ellas sabían que quienes cruzaban aquel umbral y abordaban un barco, jamás regresaban a su tierra natal.
Mi anhelo era pararme allí en un acto simbólico de retorno al lugar de donde mis ancestras fueron arrancadas y traídas al puerto esclavista de Cartagena con el desarraigo y trabajos forzados como único destino. Colombia no sería lo que es sin esos millones de seres humanos que la trata transatlántica sembró en el “nuevo mundo” con su gran sabiduría pocas veces narrada en los relatos oficiales.
Somos una sociedad parida por la trietnicidad pero que solo se reconoce en las facciones del opresor. Seguimos pensando que África no tiene pasado y tampoco futuro. No entendemos la importancia de reconectar con la imagen que el espejo de agua llamado mar Caribe nos muestra en la necesidad imprescindible de tender nuevos lazos con el sur global como bien lo está haciendo el actual líder de la Cancillería colombiana en un esfuerzo sin precedentes por establecer relaciones diplomáticas, culturales y comerciales con algunos de los 55 países que conforman la Unión Africana.
El chocoano Luis Gilberto Murillo, viene materializando una visión no eurocentrada de las relaciones internacionales de Colombia planteada desde el alto gobierno. Tiene en sus manos la ejecución de un imperativo histórico tremendamente sanador para la historia de Colombia y con un potencial de desarrollo multiplicado por 55 posibilidades de nuevas alianzas para el país. Y abrir embajadas en países como Senegal y Etiopía es solo uno de los pasos. El nombramiento de Kandya Obezo una mujer palenquera como viceministra de asuntos multilaterales y la modificación de las condiciones para acceder a la carrera diplomática emocionan aún más. Ahora los idiomas afrocolombianos e indígenas también cuentan para quienes quieran trabajar en las diferentes embajadas y consulados a nivel global.
Se vislumbran en el futuro cercano vuelos directos, acuerdos comerciales, intercambios educativos y proyectos culturales que ampliarán las posibilidades de desarrollo para una Colombia, que hace parte de la sexta región del continente africano al ser la casa de la diáspora hispanohablante más grande del mundo.
Solo las mentes pequeñas dudan en comprender el potencial de las relaciones entre Colombia y los países africanos. Solo las mentes pequeñas consideran que África es el país de niños pobres que los medios tradicionales han querido mostrarnos en un engaño repetido con la intención de convertirlo en realidad. Llegó la hora de retornar a las puertas de no retorno para cambiar la historia de la esclavización por una historia de respeto y cooperación común entre África y América Latina.
