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Asomos de reversa a decisión populista

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Eduardo Barajas Sandoval
07 de marzo de 2023 - 02:02 a. m.
"Cada vez más británicos parecen preocupados, aún dentro de su legendaria serenidad, ante la combinación brexit, pandemia, crisis política, liderazgo precario, desaparición de la Reina Isabel, que era símbolo de unidad y figura de respeto, y el agobiante costo de vida para sectores que antes tenían cómo vivir mejor. Cóctel deletéreo que muchos quisieran ver reemplazado por una pócima salvadora de las de Harry Potter".
"Cada vez más británicos parecen preocupados, aún dentro de su legendaria serenidad, ante la combinación brexit, pandemia, crisis política, liderazgo precario, desaparición de la Reina Isabel, que era símbolo de unidad y figura de respeto, y el agobiante costo de vida para sectores que antes tenían cómo vivir mejor. Cóctel deletéreo que muchos quisieran ver reemplazado por una pócima salvadora de las de Harry Potter".
Foto: EFE - CHRIS J. RATCLIFFE / POOL
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La resaca del populismo pone al descubierto las equivocaciones que se cometieron en medio de la euforia que movió a los votantes a tomar decisiones improvisadas, sobre la base de consideraciones falaces.

En una nueva negociación del “Protocolo de Irlanda del Norte” se advierte el ánimo británico de acercamiento a la Unión Europea, después de su retiro, adoptado en medio de una oleada de argumentos populistas. A los británicos les dijeron, en 2016, que llevaban injustamente la carga de sostener a los países ineficientes de la Europa comunitaria y que, por lo tanto, ese sacrificio absurdo era motivo para que votaran en favor del retiro de la Unión Europea. Los londinenses y los escoceses no creyeron que esa fuera una buena decisión, y votaron en contra. Muchos no salieron a votar, pues jamás pensaron que semejante medida pudiese ser aprobada. Pero terminó siéndolo por un muy escaso margen.

Algunos de los líderes del movimiento, como Nigel Farage, se retiraron de la política tan pronto como obtuvieron la meta del resultado electoral. El primer ministro David Cameron, que en campaña había prometido la consulta para satisfacer a votantes de provincia, hizo lo que pudo para contener la arremetida populista y evitar el brexit, pero salió derrotado y renunció. En la rapiña para sucederlo aparecieron nuevos campeones del proyecto, como la hasta entonces ministra del Interior, Theresa May, que había hecho campaña por el No, pero se convirtió en abanderada del retiro, y salió escogida.

La realización de la salida británica era un reto grande para todas las partes. Había que pensar en muchas cosas. De hecho, se rompía la unidad europea. No sólo se cambiaban las reglas del mercado que vinculaban al Reino Unido con el resto de Europa, sino que se desmantelaban propósitos comunes y arreglos de vida para muchos europeos continentales en suelo británico, y viceversa. Se asestaba un golpe a una idea de identidad que costó muchísimo trabajo construir.

Curiosamente, en el país que ha servido a muchos como modelo de ejercicio de la oposición, nadie se atrevió a ir contra el brexit. Los laboristas fueron tibios. Así, los ciudadanos que no deseaban el retiro, y los que no creyeron que se fuera a aprobar, quedaron sin quiénes los representaran para hacer contrapeso a un propósito que siguió su marcha. Primera cuota de un proceso de frustración ciudadana que ha adquirido proporciones importantes. Si no hay partidos que propongan alternativas, la gente se siente abandonada en un desierto político.

El más difícil de los problemas por definir en el brexit era el de la frontera entre la República de Irlanda, que sigue siendo miembro de la Unión Europea, y la provincia británica de Irlanda del Norte, parte de un Reino Unido ya no comunitario. Antes del brexit, ambos territorios eran parte de la Unión y se regían por las mismas reglas. Otra cosa sería el manejo del comercio en el momento en el que la línea divisoria entre las dos Irlandas pasara a ser una frontera entre un país miembro y otro no miembro. Con el agravante de las susceptibilidades propias de la provincia del norte, allá denominada Ulster, escenario de una confrontación violenta que ocupó casi toda la segunda mitad del Siglo XX.

Dentro del ánimo de evitar la aparición de controles perturbadores en la frontera terrestre, con cámaras y chequeo de los bienes que pasaran en una u otra dirección, apareció el “Protocolo de Irlanda del Norte”, negociado por Boris Johnson. Los bienes provenientes de Inglaterra, Escocia o Gales, serían objeto de control en los puertos norirlandeses, aunque su destino fuese solamente Irlanda del Norte, y no la República y la Unión Europea. Los “unionistas”, que antes, durante y después del conflicto armado del Siglo XX, lucharon por la unidad integral de la provincia con el Reino Unido, rechazaron la aparición de una frontera británica interna que los separaba de los demás componentes del Reino.

Además de la protesta unionista, el cumplimiento de las reglas del protocolo se hizo engorroso y, para molestia de la Unión Europea, el Reino Unido no lo cumplió tal como se esperaba. Razón por la cual era necesario establecer un nuevo modus operandi. Tarea dentro de la cual Johnson se convirtió en un obstáculo molesto para los representantes de la Unión Europea, que no vieron voluntad auténtica de construir una nueva modalidad para manejar el asunto.

La llegada de Rishi Sunak a la jefatura del gobierno británico representó, según lo confiesan ahora los europeos, en la voz de su máxima representante, Ursula von der Leyen, la posibilidad de hablar del asunto de Irlanda del Norte en serio y con ánimo constructivo. Así surgió el “Marco de Windsor”, que establece un “carril verde”, con modalidades expeditas de movimiento para los bienes provenientes de Inglaterra, Escocia y Gales, que tengan como destino Irlanda del Norte, y un “carril rojo”, para los bienes que tengan como destino la Unión Europea, con el papeleo propio de los negocios con el bloque comunitario. Además, el Parlamento norirlandés de Stormont podrá en casos importantes, “frenar” la aplicación de normas europeas que, en todo caso, han quedado vivas para la provincia.

Rishi Sunak tiene que convencer ahora al Parlamento de Westminster de que hizo un buen arreglo. También tiene que convencer a los irlandeses, protestantes, fieles a la corona británica, y a los católicos pro república, de que eso les conviene. Además, tendría que vencer una eventual oposición proveniente del campo de Boris Johnson, aunque sea por interpuesta persona. Sin que pueda ser sorpresa que el propio Johnson, que tiene de sí mismo una idea enorme, pretenda volver a la política, a pesar de todo lo que condujo a su caída.

Aparte de lo que pueda llegar a ser el destino del “Marco de Windsor”, es posible que la acuciosidad del primer ministro Sunak por llegar a un acuerdo con la Unión Europea represente el sentimiento de muchos británicos, que desearían enmendar las cosas con Europa y desatar un proceso de acercamiento, o de retorno, útil para las dos partes.

Cada vez más británicos parecen preocupados, aún dentro de su legendaria serenidad, ante la combinación brexit, pandemia, crisis política, liderazgo precario, desaparición de la Reina Isabel, que era símbolo de unidad y figura de respeto, y el agobiante costo de vida para sectores que antes tenían cómo vivir mejor. Cóctel deletéreo que muchos quisieran ver reemplazado por una pócima salvadora de las de Harry Potter.

Quienes siempre se opusieron al brexit se mantienen en su línea. Pero hay muchos que hoy piensan que a la hora de la votación sobre el brexit fueron emboscados por el populismo y se arrepienten de haber apoyado una causa que luego se vino a saber estuvo alimentada por unas cuántas mentiras, en un proceso que fue objeto de manipulación a través de las redes sociales.

La lección está fresca: los gobiernos y los países tiene que tomar de vez en cuando medidas para corregir errores políticos en los que se haya incurrido en medio de la euforia populista. Más vale actuar a tiempo para no tener que desmontar más tarde, con un alto costo, decisiones tomadas al calor de un momento político que después los hechos vienen a demostrar que fueron equivocadas.

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Atenas(06773)07 de marzo de 2023 - 06:02 p. m.
Y la tradicional flema inglesa de qué les pudo haber servido a todas las regiones q’ componen el Reino Unido en su altivez y glorioso pasado como ejemplar Democracia, amén de q’ se han dado el lujo de tener grandes mentes como Sir. I. Newton, Ch. Darwin, S.Hawking, W.Churchill…..¡ y verlos hoy tan dementes! Ergo, ¿qué irá a ser de nosotros al tener viles sujetos como G.Petro, Santos, Samper?
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