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Giscard d’Estaing y el monopolio del corazón

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Eduardo Barajas Sandoval
08 de diciembre de 2020 - 04:02 a. m.
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Hay políticos que obran como si fueran destinatarios exclusivos del afecto ciudadano. Una mezcla de sueño e ilusión. Iluminación de estrella inalcanzable de la que se creen únicos beneficiarios. Para después comprobar que semejante aspiración suele ser equívoca, como toda osadía pretenciosa en asuntos del corazón.

En el debate previo a la segunda vuelta de las elecciones presidenciales francesas de 1974, François Mitterrand, candidato socialista, dijo que el reparto justo de la riqueza era casi una cuestión de inteligencia y también asunto del corazón. Valéry Giscard d’Estaing respondió que le parecía chocante que alguien reclamara el monopolio del corazón. Y luego soltó la célebre frase: “usted no tiene el monopolio del corazón”.

Giscard d’Estaing venía de ser ministro de asuntos económicos bajo las presidencias de Charles de Gaulle, cuando volvió al poder para salvar a Francia no ya de la agresión extranjera sino de las confusiones que parecían conducir a su propia devastación, y de Georges Pompidou, que acababa de fallecer en ejercicio del poder. Había hecho el curso completo de los aspirantes a gobernar dentro de la tradición republicana, con una formación de escuela de alto gobierno y experiencia en el ejercicio de cargos de alta responsabilidad. Además del talante natural de un seductor.

La revuelta de “Mayo 68” y la agitación intelectual de pensadores progresistas habían planteado exigencias sobre nuevas formas de vivir la vida y entender la sociedad. Era preciso darle nuevo contenido a la Quinta República, hecha a la medida del General De Gaulle. Aunque se vivían tiempos de crecimiento económico, flotaba un anhelo de renovación en aspectos tradicionales de la vida francesa, y los resultados de una primera vuelta presentaban dos caminos para lograrlo: el de los socialistas, que reivindicaba los postulados de un Estado protagónico en el desarrollo, y el de Giscard d’Estaing, el tecnócrata de centro derecha, que a sus 48 años reclamaba representar el futuro y abanderar la modernización.

Elegido presidente, Giscard d’Estaing demostró ser al mismo tiempo joven y transformador; lejos de esa especie de presidentes de apariencia juvenil que, para frustración de sus pueblos, gobiernan a la manera de dictadores de otras épocas y terminan por renovar las mañas del pasado. Al fallecer la semana pasada, a sus 94 años, cuatro décadas después de su salida del poder, suena el eco del reconocimiento general, inclusive desde el campo socialista, hacia un jefe de Estado que marcó con clarividencia y sentido histórico el ritmo de Francia para afrontar retos internos y exteriores que le permitirían a entrar con solvencia al Siglo XXI.

La lista de logros de ese tecnócrata de origen y estilo aristocráticos comienza por la promoción de las mujeres, a las que sacó del letargo de una sociedad tradicional al atribuirles altas responsabilidades en el gobierno y abrir para ellas espacios nuevos en la sociedad. Con el apoyo de una Secretaría de la Condición Femenina, a cargo de Françoise Giroud, la legendaria ministra Simone Veil, sobreviviente del holocausto, consiguió la aprobación del acceso masivo a la contracepción con apoyo de fondos públicos, la despenalización del aborto, el divorcio por mutuo acuerdo, el reconocimiento de la violación como un delito, y la posibilidad de que las mujeres abrieran cuentas bancarias propias y firmaran contratos de trabajo sin necesidad del permiso del cónyuge.

Con la mayoría de edad desde los 18 años cambió la perspectiva de acción de la juventud. Con la opción de que miembros de la Asamblea Nacional pudiesen acudir al Consejo Constitucional para controvertir la constitucionalidad de ciertas leyes, amplió el espectro del ejercicio de la representación política. Con la reforma de los sistemas audiovisuales amplió los espacios para la libertad de información. Con la adopción de esquemas de enseñanza de contenido común y universal, sentó las bases de una educación básica que sirviera de fundamento al acceso a una formación profesional en condiciones de igualdad.

Valéry Giscard d’Estaing fue uno de los constructores que echaron, en momentos cruciales, las bases de la nueva Europa. Su interés en la construcción de la amistad franco alemana, y en el avance hacia una institucionalidad comunitaria comenzó con su presidencia y se prolongó a lo largo de su vida, al punto de haber sido mucho más tarde protagonista de la causa, perdida, de la adopción de una constitución europea. También declaró siempre su amor por Africa, “por sus encantos, sus misterios y sus intrigas”, y precisamente una de éstas últimas contribuyó a su caída del poder, en medio del enredo monumental de haber recibido el regalo de un lote de diamantes de parte de Jean Bédel Bokassa, “emperador” del antiguo Congo Francés, que supuestamente el presidente puso a la venta para donar los frutos del negocio a entidades benéficas que no llegaron a certificar la veracidad de la excusa.

Más que en el caso de la mayoría de los presidentes, su derrota política comenzó a dibujarse desde el día de su posesión, que coincidió con la crisis petrolera internacional de ese momento y marcó un destino decadente de la economía que, paradójicamente, condujo a que su especialidad en la materia no le sirviera de mucho como argumento para sostenerse en el poder. A ello se sumarían un estilo personal de apariencia distante, que evocaba la antipatía de la antigua nobleza, y el calculado retiro del apoyo de antiguos socios políticos como Jacques Chirac, que de manera encriptada apoyaron en la siguiente elección al candidato, aunque no al proyecto, de la oposición.

En un nuevo debate, Mitterrand se dio el lujo de aprovechar magistralmente el descontento con el “estilo Giscard” y en las elecciones de 1981 lo sacó del poder al impulso del fervor socialdemócrata de comienzos de la década que comenzaba y que tantas ilusiones de igualdad logró sembrar entre los seguidores entusiastas de esa causa y ciudadanos de ánimo libertario que llevaron al presidente derrotado a convertirse en expresidente discreto, elegante, y dedicado a ocupar su puesto en el Consejo Constitucional y en la Academia Francesa, sin dejarse invadir del virus del ansia enfermiza de retorno, la altisonancia de reclamos surgidos de la viudez de poder y mucho menos del entorpecimiento del trabajo de sus sucesores.

Al hacer ahora las cuentas completas de la vida de Valéry Giscard d’Estaing, todo parece indicar que su aversión por el monopolio del corazón se reducía al ámbito de lo político. Su propia hija ha reconocido que su padre jamás dejó de ser un seductor y que su madre, Anne Aymone Sauvage de Brantes, hija de nobles y al tiempo discreta y eficiente primera dama, soportó pacientemente las reglas no escritas de un matrimonio que mantuvo abierto por largos años el capítulo de la infidelidad. Laberinto de fantasmas, fantasías y conjeturas en el caso de los personajes del poder.

Curiosamente, el propio expresidente vino a echar leña al fuego al publicar, ya en su vejez, un libro bajo el título “La princesa y el presidente”, que narra el supuesto romance de una princesa británica y un presidente francés. Argumento que dio lugar a especulaciones sobre un posible romance del propio Giscard d’Estaing con la más querida de las princesas británicas de las últimas décadas. Romance que él mismo desmintió, sin explicar los motivos profundos que le llevaron a publicar una novela con semejante trama, prueba irrefutable de que nadie tiene, después de todo, y en ningún campo, el monopolio del corazón.

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Martha(25230)09 de diciembre de 2020 - 02:11 a. m.
Me emociona leer que en un mundo como el de hoy, todavía quedaban caballeros, para quienes el poder no era sólo un afrodisiaco que hace perder la razón, el respeto y el norte, sino un atributo recibido como un don y manejado con tal sutileza que enaltece a quien silenciosamente lo usa para beneficio de aquellos que fueron sus contemporáneos
Atenas(06773)08 de diciembre de 2020 - 02:48 p. m.
¡Ohh, la, la! Y la seducción del poder no tiene límites, le es inherente y cualquiera sea el escenario. Y de ese ingrediente activo está plagada la historia, como si tal hecho fuera el requerido desfogue de quienes ostentan la oportunidad de mandar. O, a lo mejor, es un cambio de guardia en supuesto aburrimiento fiel con su pareja. Mas, ¿dónde serán más eficientes, en la cama o en el solio?
Arturo(82083)08 de diciembre de 2020 - 01:22 p. m.
En esa interesante semblanza faltó un pasaje de mucho interés para la política en Colombia: en 1981 el partido de centro-derecha (RPR) de Valéry Giscard d’Estaing perdió las elecciones presidencial y parlamentaria frente al partido socialista de François Mitterrand, pero en 1988 recuperó la mayoría parlamentaria, aunque Mitterrand ganó la reelección. Esto creó un impasse político que se resolvió
  • Atenas(06773)08 de diciembre de 2020 - 02:55 p. m.
    Esta panda erudición de Arturo, y la burda intención en lo q' traslapa desde la intríngulis francesa a la bazofia de su admirado, sólo deja ver en el comentarista q' es otro desesperado q' tapa de su siniestro todas las cagadas q' ha pegado y q' lo suyo ya es tiempo pasado.
  • Arturo(82083)08 de diciembre de 2020 - 01:49 p. m.
    mediante un acuerdo de cogobierno (cohabitación) entre estos dos legendarios rivales, en el cual Mitterrand nombró como Primer Ministro a Jacques Chirac, del RPR. Esta anécdota nos lleva a la antesala de la segunda vuelta presidencial en Colombia cuando “François” Petro hizo una propuesta de cogobierno a “Valéry” Fajardo que éste desechó, con las consecuencias que hoy padecemos, a pesar de lo cual
  • Arturo(82083)08 de diciembre de 2020 - 01:42 p. m.
    mediante un acuerdo de cogobierno (cohabitación) entre estos dos grandes rivales, en el cual Mitterrand nombró como Primer Ministro a Jacques Chirac del RPR. Esta anécdota nos lleva a la antesala de la segunda vuelta presidencial en Colombia, cuando “François” Petro hizo una propuesta de cogobierno a “Valéry” Fajardo que éste desechó, con las consecuencias que hoy padecemos , a pesar de lo cual
  • Arturo(82083)08 de diciembre de 2020 - 01:33 p. m.
    Fajardo, hoy mas que nunca, rechaza una “cohabitación” con Petro. ¿Falta de visión y grandeza? ¿compromisos secretos? La verdad, en cualquier caso, descalifica.
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