Escucha este artículo
Audio generado con IA de Google
0:00
/
0:00
Expo Shangai 2010 invita a una deliberación indispensable sobre el destino del hombre en la vida urbana.
La ciudad más vibrante del momento tiene todos los argumentos para desatar una epidemia de reflexiones, que se han de llevar a cabo en el contexto de cada nación, sobre lo que es preciso hacer para que las ciudades sean entendidas como un compromiso de todos. Porque lejos de ser asunto de gobiernos y financistas, el tema concierne principalmente a los ciudadanos, que a la larga son los que disfrutan o sufren los altibajos de la vida urbana y pueden hacer las exigencias que más convengan, en cada caso, al interés común.
La más reciente manifestación de la costumbre de hacer ferias mundiales para que las naciones se encuentren amigablemente y expongan los adelantos de su ciencia, su pensamiento y sus realizaciones, parecería un foro extraño en un momento en el que bastaría aparentemente con abrir un gran espacio virtual para que cada país se manifestara sobre temas determinados. Pero el hecho de organizar una exposición físicamente enorme, con pabellones nacionales de casi doscientos países, tiene el encanto, y la utilidad, de formar un fenómeno tangible de unidad y a la vez de diversidad, que resulta de poner juntos a expositores y visitantes ávidos de aprender de los demás y sobre todo de sacar conclusiones sobre su futuro.
Las experiencias que comenzaron con la Exposición Universal de Londres en 1851 y se repitieron en esa y en varias ciudades europeas, tuvieron también como anfitrionas ciudades americanas y luego fueron a dar hasta Australia, para pasar a países asiáticos que han aprovechado la oportunidad de celebrar esos eventos para ubicarse internacionalmente en posiciones de protagonismo similar al que otrora animara a las grandes naciones de Occidente.
Con excepción de la de 1915, celebrada en los Estados Unidos para conmemorar la puesta en marcha del Canal de Panamá, las ferias fueron temáticamente abiertas, de manera que cada país se aparecía con sus mejores inventos y sorprendía al mundo con sus osadías. Desde 1933 se inició la práctica de invocar en cada ocasión un tema de interés universal. Así fueron desfilando, entre otras, convocatorias a presentar ideas sobre la manera de hacer un mundo más humano, el hombre en la era espacial, el entendimiento en busca de la paz, el mar que todos queremos ver, las fuentes deseables de energía, los ríos como fuente de vida, la ciencia al servicio del hábitat inmediato de los seres humanos, la relación de estos con el medio natural, los océanos como herencia para el futuro y la sabiduría de la naturaleza.
El llamado a expresarse sobre “mejor ciudad, mejor vida” que tiene como escenario la Feria de Shangai, no podía ser más oportuno. Las similitudes o equivalencias de los problemas urbanos, en diferentes lugares geográficos y al ritmo de todas las civilizaciones, permiten que ser lleven a cabo diálogos y descubrimientos, no sólo de problemas sino de soluciones que, de ser comprendidas y en muchos casos compartidas, garantizarían que el proceso inevitable y creciente de la urbanización se lleve a cabo de una manera más armónica y sobre todo más respetuosa tanto del derecho a la felicidad ciudadana como del medio ambiente.
Si bien no todos los países atendieron, como han debido, el llamado a manifestarse sobre el tópico de las ciudades, los promotores del encuentro no ahorraron esfuerzos para poner juntos, en pabellones temáticos, los elementos principales de las discusiones inmediatas y futuras sobre la convivencia humana en metrópolis que pueden ser soñadas con el uso de nuevas tecnologías y sobre todo con el ejercicio de una acción ciudadana permanente, que obligue a que los gobiernos lo hagan cada vez mejor. Esa pertinencia en la discusión servirá mucho, y en todas partes, a la causa de no seguir endosando cheques en blanco a alcaldes que provienen de la clase política y se vienen a interesar por los temas urbanos, obligados, cuando ya han tenido que asumir unas responsabilidades para las que jamás se habían preparado.
