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Morin: 100 años de lucidez

Eduardo Barajas Sandoval
03 de agosto de 2021 - 02:59 a. m.

Si no entendemos que somos apenas parte de un sistema complejo, estamos perdidos. En plena época de incertidumbres y en medio del proceso de cambio más acelerado de todos los tiempos, no se puede insistir en afrontar los problemas globales por fuera de la base de la solidaridad.

De avanzar aisladamente en el tratamiento de facetas de una problemática llena de complejidades, que requiere contribuciones de muchas personas, desde una gran variedad de actividades y disciplinas, nos daremos cuenta de que resulta inocuo seguir dando vueltas, cada quién a su ritmo, pues las soluciones aisladas solo aumentan las proporciones de una misma tragedia.

Edgar Morin se adelantó muchas décadas a pensar en esto. También en sustentar la necesidad de obrar de manera concertada, sin el tradicional egoísmo disciplinario, que marca fronteras innecesarias. Con la advertencia de que es preciso desmontar el imperio del lucro como medida de todas las cosas, y abandonar ese y otros conceptos unívocos venerados por quienes toman decisiones políticas y económicas.

Morin había señalado lo equivocado que puede ser huir hacia adelante sin atender las profundidades de la inconformidad manifiesta, previa a la pandemia y exacerbada por esta, de ciudadanos afectados en su bienestar por las inclemencias de un sistema implacable e intransigente, que no ha cesado de sostener y acelerar una globalización sin solidaridad.

Poco publicitado en el mundo anglosajón, que pretende dominar el escenario de las interpretaciones de nuestra época, aunque de vez en cuando seleccione pensadores franceses, como Foucault o Derrida, para sorprenderse con sus luces y embriagarse con sus sutilezas, Morin cuestiona predicamentos aparentemente inamovibles de la civilización de nuestros días.

Al advertir que el componente humano es apenas parte de un sistema al que es preciso integrarse de manera urgente, señala que los procesos democráticos, sin afectar el valor supremo de la libertad, deben marchar en busca de la armonía necesaria entre diversos intereses, para que el planeta sea más vivible desde todo punto de vista.

Al propósito anterior deben contribuir los protagonistas de diferentes disciplinas, de manera que se arme un tejido en lugar de seguir produciendo hilos sueltos. Para ello propone el punto de encuentro de la investigación multidimensional dentro de la lógica de un pensamiento complejo. Tal vez solo así se puedan abordar los nuevos problemas, pues va a ser necesario tener en cuenta aspectos medioambientales, biológicos, estéticos, económicos, políticos y culturales que como una red comunican en la realidad a todo el mundo.

El jefe del Estado francés presidió el 8 de julio un acto singular, emotivo y difícilmente repetible, en honor de Morin, quien al cumplir cien años de vida sigue ofreciendo, sin pretensiones de pontífice, con lógica elemental y contundente, planteamientos de respuesta a los requerimientos de manejo de una de las épocas más convulsas y enredadas de la historia humana.

En su afectuoso discurso, el presidente Macron calificó a Morin como un pensador universal, tanto en el sentido de sus intereses y aportes en todos los campos del saber, como en el de entenderse con el espíritu de todos los países. Recordó cómo las semillas de su pensamiento florecen en numerosos países y ha conducido a la existencia de una universidad dedicada a su trabajo, bajo el nombre y la consigna de la multiversidad.

Afirmó el presidente francés que el pensamiento de Morin es inclasificable, vivo, y apasionadamente libre, que inspira a personalidades muy diversas, como alumnos de liceo, sabios, artistas, y políticos, empresarios y deportistas. A su testimonio se sumó el de músicos y cineastas, como Costa Gavrás que reconoce la ayuda recibida para realizar la película “Z”, en griego “vive”, testimonio imborrable en favor de la lucha por la libertad.

En la misma sesión fue recordado el origen de Morin en la comunidad judía sefardita de Tesaloniki, y su participación en la resistencia contra los nazis, para quienes reunía las condiciones “fatales” de judío, comunista, gaullista y “terrorista”. Salió a relucir su cambio de apellido, de Nahoum por Morin, que de apelación de guerra pasó a convertirse en su identidad permanente. Y luego su paso por el partido comunista, del que fue echado por faltar a la ortodoxia, y su múltiple condición de profesor universitario, investigador y sobre todo creador de ideas e interpretaciones del mundo que han inspirado a muchas generaciones interesadas en hallar no solo explicaciones sino medios para actuar frente a problemas entrelazados, que es necesario dilucidar.

Catherine Bréchignac, notable científica nuclear, mencionó cómo ahora, cuando el conjunto del saber está tan lejos de las posibilidades humanas individuales y se ha tenido que dividir en tantas disciplinas, se ha producido ese aislamiento que Morin critica por su carácter “disyuntor”. A lo cual contribuye la ausencia de autocrítica de los intelectuales.

La superación de esa dificultad, subrayó ella siguiendo a Morin, encuentra opciones de superación gracias a la informática como mecanismo capaz de establecer redes y armar los elementos de la inteligencia artificial. Con la advertencia de que si bien así se pueden romper las fronteras entre lo virtual y lo real y aumentar la distancia entre quienes producen avances científicos y quienes los usan sin comprenderlos, aparece entonces la educación como mecanismo óptimo para cerrar la brecha, como elemento integrador.

Al subir al podio, Edgar Morin consideró exagerado que se le considere un pensador universal. En cambio advirtió que el pensamiento complejo sí es de dimensión universal, pues cuando se aplica a los diferentes campos del saber permite identificar, conectar y atrapar contradicciones y dificultades que son las que hay que resolver.

Enfatizó su condición permanente de estudiante, como fuente de enriquecimiento. Y para ilustrar recordó cómo en la preparación de su libro “El Hombre y la muerte” hizo una exploración de creencias arcaicas y religiosas, sobre diferentes formas de considerar la muerte, en la poesía, el sicoanálisis y naturalmente la biología, pues a ese tipo de estudio extendido y transdicsiplinario obligan los grandes problemas. Estudio que a lo largo de los años enriquece un saber múltiple.

Finalmente, Morin resaltó su búsqueda sobre la condición humana, que le llevó a la certeza de que el hombre es a la vez individuo y parte de una sociedad y esta a su vez es parte de una especie, la especie humana, de manera que ahí se fue haciendo presente la complejidad pues no solamente el individuo está en la sociedad sino la sociedad en el individuo, con su lenguaje y su cultura, relación de doble vía que también se presenta entre el individuo y la especie, con su ADN y su patrimonio genético.

De manera que, dijo, no somos solamente resultado de una reproducción genética, sino que continuamos como individuos en esa reproducción, en la doble condición de productos y productores, así como somos productores de la sociedad que nos produce, de manera que estamos obligados a cambiar las oposiciones banales entre causas y efectos cuando existe un lazo cibernético entre autonomía y dependencia, cuando se sabe que el ser humano vivo, lo mismo que todo ser vivo, debe mantener su autonomía renovando la energía que gasta mediante la alimentación, que le vincula al ambiente, de manera que entre más se es autónomo más se es dependiente.

Ningún escenario mejor que el manejo de la pandemia, para encontrar en el pensamiento y el ejemplo Edgar Morin un poco de aliento para los gobiernos y la sociedad, agobiados no solamente por un enemigo invisible, sino por la obstinación de cada quién en ver las cosas exclusivamente desde el punto de mira de su pequeño jardín.

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Duncan Darn(84992)03 de agosto de 2021 - 03:02 p. m.
¡Interesantisima apreciación de este pensador! Gracias!
Leonardo(69374)03 de agosto de 2021 - 02:33 p. m.
La ceremonia completa de un estadista a un libre-pensados https://youtu.be/Wmav5ZsY-Bo
CarlosUribe(33105)03 de agosto de 2021 - 05:00 p. m.
Foucault y Derrida ,pretenciosos culebreros que utilizaban en sus escritos términos científicos ajenos a su real significado, solo por descrestar. Todo lo contrario de Morin, quien es a la vez claro y complejo, un autor que debería ser de obligatoria lectura en todas las escuelas secundarias del mundo. Un verdadero genio, que por desgracia pronto se irá; otro grande hará el relevo:M Onfray
Bernardo(31155)03 de agosto de 2021 - 04:01 p. m.
La columna hace relucir la densidad y perspicacia que caracterizan a El Espectador. ¡En buena hora un periódico colombiano se da permiso de recibir este bálsamo de ideas (en una sociedad asfixiada por ideologías creyentes)). ¡CONGRATULACIONES!
Hernando(84817)03 de agosto de 2021 - 01:35 p. m.
Excelente columna. Tuve el privilegio de estudiar en la Multiversidad Edgar Morin y conocer de primera mano sus ideas y profundos planteamientos sobre la vida y la complejidad. Muchas gracias por este maravilloso aporte a un pensador, que como Usted lo dice, se adelanto demasiado a su época.
  • Bernardo(31155)03 de agosto de 2021 - 03:59 p. m.
    Lamento su "adelanto demasiado a su época". Primero, por el error ortográfico y, segundo, porque el adverbio le caería ofensivo al propio Morin... En el concepto de multiversidad, no cabría, por ejemplo, la idea clásica del antes y el después, o del temprano y el tarde...
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