Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta política.

Un acuerdo en favor de la naturaleza

Eduardo Barajas Sandoval

03 de enero de 2023 - 12:01 a. m.
"La protección de la fauna y la flora, en todas partes, en aire mar y tierra, pasa a ser ahora un acuerdo formal que contribuye y al tiempo recibe beneficios del de París en materia de cambio climático. Se trata de propósitos complementarios con una misma finalidad, no solamente en favor de las generaciones futuras, sino de la supervivencia del planeta".
Foto: EFE - Julio César Rivas

“La humanidad se llegó a convertir en arma de destrucción masiva”, dijo el Secretario General de las Naciones Unidas al comenzar la reunión que, finalmente, consiguió que cerca de doscientos países se pusieran de acuerdo para realizar esfuerzos orientados a detener un proceso de destrucción de la naturaleza que ha durado tanto como la presencia humana sobre el planeta. Esto a pesar de que, hechas bien las cuentas, nuestra especie apenas equivale al 0,01 por ciento de las que alguna vez lo poblaron.

PUBLICIDAD

Semejante propósito, tan elemental y urgente, ha debido formalizarse hace mucho tiempo, no como un tratado entre poderes políticos, sino como un acuerdo de paz en favor de la naturaleza, agredida sin pausa en prácticamente todos sus escenarios y manifestaciones.

El encuentro cumbre mundial por la biodiversidad, COP15 de las Naciones Unidas, que se llevó a cabo en Montreal ente el 7 y el 19 de diciembre era posiblemente la última oportunidad de poner fin a lo que Antonio Guterres denominó “orgía de destrucción” que ha puesto en riesgo de extinción a más de un millón de especies. Como es entendible, no se trataba solamente de suspender el asalto desordenado a la naturaleza, sino comprometerse a reparar los daños que todavía sean reparables.

En el trasfondo de la reunión figuraban realidades incontrovertibles: buena parte de la riqueza natural que requiere urgente protección se encuentra ubicada en el hemisferio sur, en países llamados subdesarrollados y pobres, que son los más biodiversos; los principales depredadores de recursos naturales han sido países que acabaron hace siglos con sus bosques, fueron y van a otras partes a destruir, mientras ostentan en sus escudos animales extinguidos y los que sobreviven se hallan escondidos en lugares inaccesibles; y no hay duda de que quienes mejor cuidan de la naturaleza son las comunidades nativas, consideradas por muchos como primitivas y tratadas como marginales.

Read more!

La formulación de propósitos concretos dentro de un universo tan amplio como el de la agenda de Montreal presenta enormes complejidades. ¿De cuántos millones de especies, animales y vegetales, se estaría hablando?, ¿Cuál sería la mejor forma para producir protección sin contar con un listado que resultaría siempre incompleto, ante la existencia de todo un mundo de biodiversidad todavía desconocida?, ¿Se identificarían áreas, en todos los continentes, donde las acciones requeridas son más o menos urgentes?, ¿De qué proporciones del conjunto de la naturaleza se podía hablar, sobre la base de que hay recursos que son fungibles o renovables?, ¿Cómo sería la financiación de los propósitos convenidos?, ¿Cuáles serían las prioridades en materia de prevención de nuevos daños o de restauración de los hasta ahora producidos?, ¿Cuáles serían los mecanismos esenciales de reformas normativas internas de armonización con lo pactado?, y ¿Cuáles serían los mecanismos de control del cumplimiento de lo acordado y de evaluación de la utilidad de las decisiones convenidas?. Materias todas de alta exigencia científica, política, legal, diplomática e interdisciplinaria.

A la hora de esas discusiones, resulta evidente la existencia de un “club de países ricos en biodiversidad” que no tiene porqué desmerecer ante los ricos en toda una serie de aspectos, cuyo compromiso con la causa también es relevante, así hayan cometido uno que otro despropósito. Nada mejor que la convergencia en un tema auténtica y verdaderamente universal, que solamente se puede afrontar, como el del cambio climático, sin divisiones que terminan por perjudicarnos a todos.

Read more!

Después de dos semanas de negociaciones, lo que se llamará oficialmente Marco Global de Biodiversidad Kunming-Montreal, ciudad ésta última que tomó el relevo como sede, el lunes temprano el ministro chino Huang Runqui, presidente de la reunión, declaró aprobado el acuerdo, suscrito de antemano por al menos cien países, sin atender objeciones de la República Democrática del Congo, que dijo que no podía suscribirlo.

En términos generales, el compromiso central del acuerdo es el llamado 30x30, que significa proteger el 30% de la tierra y del agua para 2030, y seguir avanzando desde esa base, que para muchos resultó decepcionantemente precaria, pero para otros se ajusta a la realidad de lo posible. Por lo demás, el compromiso implica mantener, mejorar y restaurar los ecosistemas, lo que incluye detener la extinción de especies y mantener la diversidad genética, realizar un uso sostenible de la biodiversidad, de manera que los alimentos y el agua limpia puedan servir a la humanidad sin depredar a las especies y sus hábitats, garantizar que los beneficios derivados de la naturaleza, por ejemplo en materia medicinal, se compartan de manera equitativa y justa, y se protejan los derechos de los pueblos indígenas, y que fluyan recursos para proteger la biodiversidad, de manera que lleguen a donde son efectivamente requeridos. Todo esto sin que se haya podido formalizar un fondo común con ese propósito.

Aparte de los obligados, como el primer ministro canadiense y el presidente chino, que habló desde Beijing, a la reunión no fueron estrellas de la política como a París o recientemente a la COP 27 en Egipto. Mal por los jefes de los países industrializados, que en cuanto a cambio climático vuelan, aunque sea a defender sus negocios.

En todo caso, la protección de la fauna y la flora, en todas partes, en aire mar y tierra, pasa a ser ahora un acuerdo formal que contribuye y al tiempo recibe beneficios del de París en materia de cambio climático. Se trata de propósitos complementarios con una misma finalidad, no solamente en favor de las generaciones futuras, sino de la supervivencia del planeta. Pero, vuelve y juega: ese tipo de problemas no se arregla con la firma de acuerdos, que ya es suficientemente difícil, no solamente porque siempre aparecen diferentes intereses e interpretaciones, aún en temas tan obviamente importantes para todo el mundo, sino porque es necesario movilizar y usar bien recursos económicos y humanos, además de fortalecer una cultura universal que marche en la misma dirección.

No ad for you

Ya se sabe que, en estos casos, como ha sucedido con el acuerdo sobre cambio climático, aparecen “personalidades” investidas de poder político que tienen la desvergüenza de negar la importancia de estos asuntos, o al menos relativizarla frente a propósitos que consideran “superiores”, como el del crecimiento económico a cualquier costo, que se vea reflejado en la “buena salud” de los mercados bursátiles. Razón por la cual se impone, aunque sea difícil y parezca tedioso y sea mal visto por los abanderados de la causa del enriquecimiento sin límites, una acción política ciudadana que actúe en todas las instancias y forme, sin fronteras de países, un frente común de exigencia y control hacia todos los gobiernos en todas partes del mundo. No puede haber causa más importante que la defensa de la casa común que el género humano comparte con todas las manifestaciones de vida de la naturaleza.

Conoce más

Temas recomendados:

Ver todas las noticias
Read more!
Read more!
Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta  política.