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Bogotá es la ciudad más competitiva, seguida por Medellín y por Tunja, lo cual es una sorpresa. En cambio, Barranquilla, que según muchas opiniones ha hecho grandes progresos recientes, queda en un mediocre séptimo lugar, en sánduche entre las ciudades del eje cafetero y bastante cerca de Popayán, lo que constituye otra sorpresa.
Estos son algunos resultados del Índice de Competitividad de Ciudades (ICC) que acaba de ser publicado por el Consejo Privado de Competitividad y la Universidad del Rosario. Es un esfuerzo muy valioso de recolección de información sobre muchos aspectos relevantes para el buen funcionamiento de los países y las ciudades, que sigue los lineamientos del Índice Global de Competitividad (del World Economic Forum).
Pero, a mi juicio, el ICC tiene grandes problemas, que limitan su utilidad para tomar decisiones de inversión privada e, incluso, de políticas públicas.
Para empezar, el ICC no define las ciudades con criterios económicos uniformes. Por ejemplo, Bogotá incluye sólo el Distrito Capital, mientras que otras ciudades incluyen algunos municipios aledaños, tal como lo hace el DANE por conveniencia estadística para aplicar las encuestas de hogares. Esta es una deficiencia bastante seria, que le da una enorma ventaja a Bogotá en todos los indicadores, pues no quedan lastrados por el atraso relativo de sus municipios vecinos, como Soacha. En cambio, por ejemplo, Barranquilla está mezclada con Soledad, un municipio bastante pobre y atrasado, que pesa la mitad de lo que pesa el distrito de Barranquilla en todos los cálculos del índice para calificar a “Barranquilla AM”.
El segundo problema del ICC es que algunos indicadores poco relevantes pesan lo mismo que otros de gran importancia. Por ejemplo, dentro del pilar de infraestructura y equipamiento, pesa prácticamente lo mismo el costo del transporte terrestre de carga que el número de sillas en las salas de cine. Y dentro del pilar de sostenibilidad ambiental, aunque estamos hablando de ciudades y no de países, pesa igual la deforestación que las emisiones de dióxido de carbono de los vehículos. Además, como en algunos temas hay más indicadores que en otros, para el ICC conjunto pesan mucho más algunos muy específicos para algunas actividades productivas, como la diversificación de los mercados de destino de las exportaciones, que otros realmente cruciales para todos los aspectos del funcionamiento de la ciudad, como el desempeño de los estudiantes en las pruebas Saber 11.
Un tercer problema, de un carácter algo más técnico, es que los indicadores se “normalizan” para que queden en índices que van de 0 a 1. Eso le da mucha importancia a pequeñas diferencias entre las ciudades en cosas que son muy semejantes en todas ellas, sea porque están bien, como la cobertura de la educación primaria, o sea porque están mal, como las pruebas Saber 11.
Hay una deficiencia más general detrás de todo esto, y es que no hay razones claras para la escogencia de los indicadores. Se incluyen a veces variables de política y a veces variables de resultados. Y en ningún caso se sabe qué relación tienen con los objetivos que las ciudades deberían lograr: ¿el crecimiento económico, las exportaciones, el empleo formal, la felicidad de sus habitantes?
Por último, creo que también es un problema que el ICC esté inspirado en un sistema de indicadores que se construyó para países, no para ciudades. Por ejemplo, no hay indicadores de congestión dentro de la ciudad, o de disposición de residuos y basuras, o de zonas verdes por habitante (aunque sí, como vimos de “deforestación”).
No sobra mencionar que es demasiado ambicioso producir anualmente el ICC, puesto que muchos indicadores no varían con tanta frecuencia y unos cuantos ni siquiera tienen datos anuales. Todas estas críticas deberían servir para seguir perfeccionando el ICC, no para abandonarlo. En la actualidad, los inversionistas y los gobiernos locales pueden beneficiarse mucho del ICC si lo usan con cautela, es decir como una mina de información detallada de enorme valor, y no simplemente como un ránking de ciudades (que es lo único que destacan los medios).
