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¿La vía venezolana o la irlandesa?

Eduardo Lora

28 de julio de 2024 - 12:05 a. m.

Como los colombianos quieren el cambio, sería conveniente que tuvieran una perspectiva de las transformaciones que son posibles en unas pocas décadas.

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El contraste entre Venezuela e Irlanda puede ser muy ilustrativo porque hace 40 años ambos países tenían un nivel de ingreso per cápita prácticamente idéntico al de Colombia en la actualidad. Pero sus caminos se separaron. Actualmente el ingreso per cápita en Venezuela no llega al 40 % del que tenía entonces; pasó de ser el país más rico a ser uno de los más pobres de América Latina, a la par con Nicaragua y Honduras. En Irlanda, el ingreso per cápita se multiplicó por cuatro y hoy es el cuarto país más rico del mundo, muy por encima del Reino Unido o de Estados Unidos. Como ya prácticamente no hay irlandeses pobres, mientras que ocho de cada diez venezolanos son pobres, hay diferencias abismales entre unos y otros en la satisfacción de las necesidades básicas.

Los venezolanos son, quizás, el pueblo más semejante a nosotros, pues compartimos raíces históricas coloniales, mezclas étnicas semejantes, sistemas políticos bipartidistas hasta la década del ochenta e inclinaciones tradicionalistas parecidas, entre otras cosas. Pero, en muchos sentidos, los irlandeses también se parecen a los colombianos. Irlanda carga como Colombia con un pasado colonial que fue brutal, y que dejó marcas hondas en las jerarquías sociales. Irlandeses y colombianos comparten la tradición católica y una larga historia de conflictos alrededor del rol que deberían tener (o no) las instituciones clericales en el manejo del Estado y de la educación. Tanto en Irlanda como en Colombia, esos conflictos dejaron en algún momento de ser violentos y pasaron a tramitarse a través de mecanismos políticos pacíficos.

Venezolanos e irlandeses son ahora dos pueblos tan distintos porque sus valores y comportamientos durante décadas fueron muy diferentes. En cada país se adoptaron las políticas económicas y sociales que la ciudadanía estaba dispuesta a aceptar, dados esos valores y comportamientos.

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La actitud de los ciudadanos respecto a la educación fue y sigue siendo muy diferente en los dos países. En Venezuela, la importancia de la educación para el futuro laboral y la movilidad social quedó desplazada en el ideario colectivo por la búsqueda de subsidios y beneficios derivados de las rentas petroleras. El sistema educativo, segregado como el colombiano, nunca enfatizó la innovación y la diversificación educativas. En contraste, los ciudadanos irlandeses aprendieron a defender la educación pública como un derecho y como un medio para igualar las oportunidades y reducir las barreras socioeconómicas. Aunque en Irlanda hay buenos colegios privados, la mayoría de los estudiantes asisten a escuelas públicas de alta calidad.

La actitud de venezolanos e irlandeses frente a las instituciones no puede ser más diferente. Muchos venezolanos desarrollaron y mantienen una desconfianza profunda hacia las instituciones democráticas debido a la corrupción y la mala gestión pública. En respuesta a la corrupción y la inestabilidad, las normas de conducta social entre los venezolanos se relajaron hace mucho tiempo, dando vía libre a comportamientos que buscan el beneficio personal a corto plazo, a menudo a expensas del bienestar colectivo. En contraste con esto, los ciudadanos irlandeses desarrollaron una actitud de respeto por las instituciones y el Estado de derecho. Esta actitud les ha permitido enfrentar con eficacia los comportamientos corruptos (algunos muy sonados, sobre todo en los ochenta y noventa). La cultura irlandesa tiende a valorar la integridad y la ética, lo cual se refleja en la manera en que las personas interactúan con el sistema político y entre sí.

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También han sido muy diferentes las visiones de venezolanos e irlandeses respecto a la empresa privada. En Venezuela, especialmente desde que Hugo Chávez llegó al poder, se instauró la percepción negativa y la desconfianza hacia el sector privado. Debido al manejo que se dio a las bonanzas petroleras, se generó una actitud de dependencia del Estado para el empleo y el sustento. En contraste, los irlandeses valoran y confían en la empresa privada como motor de la economía, sin desmedro del rol del Estado. Existe una actitud positiva hacia los empresarios y un reconocimiento del papel crucial del sector privado en la creación de empleo y riqueza. El Estado ha unido fuerzas con las grandes empresas para implementar políticas industriales innovadoras y para atraer talento y tecnología del resto del mundo. Al mismo tiempo, los ciudadanos y las empresas de todos los tamaños han estado dispuestos a asumir riesgos.

Estas diferencias en los comportamientos y la ideología de los ciudadanos han sido determinantes en las trayectorias divergentes de Venezuela e Irlanda, moldeando sus contextos económicos y sociales a lo largo de las últimas cuatro décadas. Los colombianos podemos aprender mucho de comparar estos dos países.

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