
Escucha este artículo
Audio generado con IA de Google
0:00
/
0:00
Salieron hace unos días las estadísticas de pobreza y desigualdad del año 2024. El DANE ha hecho un trabajo técnico muy encomiable, del cual surgen conclusiones sólidas. El hecho más destacado es que la tasa de pobreza bajó a 31,8 %, siguiendo así la tendencia de descenso continuo desde 2020, cuando se trepó a 43,1 %. Tomó varios años recuperarse del golpe de la pandemia, pero la tasa de pobreza está ya en el nivel más bajo que hayamos tenido jamás.
Aunque esto es un logro, es una vergüenza que, un mes cualquiera, uno de cada tres hogares colombianos no tenga los ingresos suficientes para cubrir los gastos de alimentación, vivienda, vestuario y otros que se consideran esenciales. Y es más vergonzoso todavía que uno de cada nueve hogares (11,7 %, para ser más exactos), un mes cualquiera, no tenga ingresos suficientes para comprar siquiera la canasta básica de alimentos, que en 2024 costaba en las ciudades $242.389 por persona, y en el campo $176,154 por persona.
Muchos tuvimos la ilusión de que el gobierno de Petro enfocara el gasto social y las políticas de protección y de aumento de la productividad en los más pobres, pero no fue así. En 2024, el quintil más pobre fue el que tuvo los menores aumentos de ingreso real per cápita (2,9 %), mientras que los aumentos fueron de más del 5 % en los quintiles intermedios, y de 3,5 % en el 20 % más rico de la población. Esta suerte de redistribución del ingreso hacia los grupos de ingreso medio ha sido sobre todo efecto de los jugosos aumentos del salario mínimo, que hacen muy poco por los más pobres.
También muchos tuvimos la ilusión de que tener de vicepresidente a una mujer indígena negra sirviera para acordarnos de las minorías. Pura ilusión. Ni siquiera llegó a hacerse realidad el Ministerio de la Igualdad, que quedó apenas en algunos puestos burocráticos. El porcentaje de hogares indígenas pobres ha bajado tan solo de 61,9 % a 58,5 % en 2024, y el de hogares negros de 47 % a 42,9 %.
Ya son mayoría los hogares que están encabezados por mujeres, lo cual puede verse como un factor de progreso de las mujeres en un país tan machista como es el colombiano. Pero las cifras recientes muestran que es más frecuente la pobreza en los hogares encabezados por mujeres (36,1 % versus 28,4 % en los hogares encabezados por hombres). Y, sobre todo, es mucho más aguda la pobreza extrema en los hogares en cabeza de mujeres: 14 % versus 9,8 %. Tampoco se ha logrado mucho en este aspecto.
La preferencia del Gobierno por los asalariados y por programas de gasto social poco enfocados en los más necesitados tuvo un resultado bastante perverso en 2024. La reorientación de las ayudas institucionales implicó una pérdida de más de 1 % en el ingreso real per cápita del 40 % más pobre de la población. Es bochornoso que el Gobierno más despilfarrador que haya conocido el país no haya tenido dinero para los más pobres.
Como resultado de todo esto, en medio de una orgía de gasto público y de uno de los mayores déficits fiscales de la historia del país, la concentración del ingreso prácticamente no se ha reducido. Con un coeficiente Gini de 55,1, la concentración del ingreso es más aguda ahora que cualquiera de los ocho años anteriores a la pandemia y es una de las más altas del mundo (un Gini de cero sería igualdad perfecta; un Gini de 100 significaría que una sola familia recibe todo el ingreso).
Pero esta cifra, siendo tan alta, subestima fuertemente la verdadera concentración del ingreso, ya que proviene de encuestas de hogares que, siendo muy confiables en otros aspectos, no captan bien los ingresos de los más ricos. Si se incluyen todos los ingresos, el Gini puede estar cerca de 70.
El próximo gobierno tendrá que enfocarse en los alarmantes problemas de pobreza y desigualdad que afectan el bienestar de todos los colombianos y que ponen en riesgo nuestra convivencia democrática. Petro se distrajo en sus propias ensoñaciones y no cumplió con sus promesas.
