No puede entenderse a los colombianos sin adentrarse en sus vidas laborales. Los trabajos de los demás no son como los nuestros, y es difícil imaginarlos porque están llenos de paradojas en las que contrastan los aspectos positivos con los negativos, como se analiza en mi libro Los colombianos somos así.
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Por ejemplo, los trabajadores colombianos son madrugadores; en promedio, se levantan alrededor de las seis y media de la mañana, más temprano que en cualquier otro país. Además, le dedican a su trabajo más tiempo que casi ningún otro pueblo: laboran un promedio de 2.405 horas al año, la cifra más alta entre los países de la OCDE. Pero estos rasgos positivos contrastan con el hecho de que son inconstantes en sus puestos, ya que casi la mitad de los trabajadores cambia de empleo por lo menos una vez al año. Los trabajadores colombianos sienten poca fidelidad por las empresas que los emplean y la mayoría no tiene confianza en el sector privado (apenas 28 % dice confiar bastante o mucho en las grandes empresas).
De manera semejante, la dedicación y la responsabilidad son rasgos usuales entre los trabajadores colombianos, quienes consideran que el trabajo diario es un deber que en muchas ocasiones justifica sacrificar otras cosas. Sin embargo, valoran poco el trabajo en equipo: uno de cada tres colombianos trabaja solo, y una proporción apenas más baja se emplea en microempresas de hasta 10 trabajadores. Por consiguiente, son relativamente pocos los trabajadores empleados por empresas pequeñas, medianas o grandes. Todo esto se traduce en que el 42 % de los ocupados son trabajadores por cuenta propia, en algunos casos por el deseo de flexibilidad y autonomía, en muchos otros por falta de mejores opciones.
Estas condiciones son responsables en gran parte de las desigualdades que se observan en los ingresos laborales. Hay diferencias de ingreso más pronunciadas entre los trabajadores independientes o entre los ocupados en microempresas que entre los asalariados de las empresas que tienen más empleados. Entre los trabajadores independientes, el decil más alto de ingresos gana en promedio 45 veces más que el decil más bajo. En ningún otro grupo laboral hay semejantes desigualdades.
Además, en los negocios y empresas individuales o muy pequeñas es muy común que los trabajadores no tengan un lugar fijo de trabajo, que padezcan condiciones nocivas para su salud y bienestar, y que carezcan de seguridad social y estabilidad. En estas microempresas, el salario promedio es apenas 1,1 veces el salario mínimo, y es frecuente que los trabajadores ganen por debajo del mínimo legal.
La síntesis de todas estas paradojas en la vida laboral de los colombianos es que ni siquiera uno de cada tres trabajadores se siente totalmente a gusto con su trabajo. Están menos satisfechos los que trabajan como independientes que los que son asalariados, ya que los primeros a menudo se enfrentan a la soledad y la inestabilidad, mientras que los asalariados, a pesar de sus largas jornadas, cuentan con una vida laboral más estable y segura.
Estas paradojas resaltan la complejidad del mercado laboral colombiano, donde predomina la informalidad, las condiciones laborales de la mayoría son bastante precarias y hay enormes desigualdades de ingreso. Abordar estos desafíos requiere un enfoque que combine políticas laborales más inclusivas y un tipo de educación que prepare mejor a los trabajadores para enfrentar las demandas de un mercado en constante cambio. Solo así se podrá mejorar el bienestar laboral y, en última instancia, la calidad de vida de los colombianos.