La demografía, al igual que la geología, es un tema ignorado porque sus cambios suelen ser muy lentos. Pero de pronto ocurren terremotos. Es lo que está pasando en Colombia. Las tres variables que determinan el crecimiento de la población han tenido alteraciones enormes en los últimos años.
Una de esas tres variables es la fertilidad, es decir, el número de hijos que tienen las mujeres en edad reproductiva. Durante décadas, la fertilidad caía pausadamente, pero en 2023 tuvo un bajonazo inusual, cuatro veces el normal. Las colombianas están teniendo apenas 1,2 hijos durante toda su vida reproductiva, muy por debajo de los 2,1 hijos que serían necesarios para que la población se mantuviera sin cambio en el mediano plazo. El hecho de que los colombianos no quieran tener hijos posiblemente refleja que han perdido fe en el futuro del país y en las posibilidades que tendrán las nuevas generaciones. No es una casualidad que Colombia sea uno de los países donde más ha caído la felicidad en los últimos años (según el Informe Mundial de Felicidad). Donde eso ocurre, la gente decide tener menos hijos.
La segunda variable que ha tenido un gran cambio reciente es la expectativa de vida, es decir los años que, en promedio, vivirán quienes nazcan en un momento dado, de mantenerse las tasas de mortalidad por edades. La expectativa de vida de los colombianos venía aumentando gradualmente hasta que llegó la pandemia, pero entonces tuvo un bajonazo brutal: cayó de 76,8 años en 2019 a 72,8 años en 2021. Todavía no se ha recuperado totalmente de esa caída. Una menor expectativa de vida significa también que la población tiende a caer más rápido.
Y la tercera variable que ha traído sorpresas ha sido la migración. Por un lado, está la entrada masiva de venezolanos, que tuvo su pico en 2018, y que no se ha detenido. Las cifras oficiales más recientes llegan solo a agosto de 2023: en ese momento estaban en territorio colombiano 2,9 millones de venezolanos, de ellos al menos 2,5 millones dispuestos a permanecer en el país. En los meses que vienen estos números aumentarán considerablemente, ya que lo más probable es que Maduro se mantenga en el poder y vuelva a acelerarse la migración hacia Colombia.
Pero, por otro lado, está la creciente emigración de colombianos, alimentada igualmente por el descontento. Aunque no hay cifras oficiales, un estudio reciente del Banco de la República estima que, en los últimos años, la emigración ha superado a la inmigración. En sus cálculos, la migración neta de 2022 le restó 0,8 % a la población del país.
Puesto todo junto, la población del país parace estar reduciéndose, algo totalmente inesperado, ya que según las proyecciones oficiales del DANE el decrecimiento poblacional debería empezar en el 2052. No hay certeza del ritmo al que cambiará la población a partir de ahora, pero es casi seguro que la tasa será negativa. Y que habrá cambios importantes en la estructura de edades de la población.
Las sorpresas demográficas recientes tienen enormes implicaciones que el gobierno y los centros de pensamiento deberían analizar en profundidad. Ya es obvio, por ejemplo, que está cayendo la matrícula educativa y que está cambiando rápidamente la estructura de la demanda de los servicios de salud. Por otro lado, acaba de aprobarse una reforma pensional ignorando totalmente las tendencias de envejecimiento y la reducción relativa de los grupos de población en edades productivas. También se acelerarán los cambios en la estructura de los hogares: habrá cada vez más hogares monoparentales y de personas solas, especialmente viejos.
El terremoto demográfico que estamos experimentando dejará secuelas en muchos lados. Si esperamos a que aparezcan en toda su magnitud será muy tarde para hacerles frente.