El deterioro del ahorro que venía de atrás se acentúo con los confinamientos del coronavirus
En oportunidades anteriores señalé que las irregularidades de la economía colombiana se originan en medidas dictaminadas en los grandes centros del poder, como ocurrió con la pandemia y las medidas fiscales para enfrentarla. Se partió del diagnóstico generalizado de los organismos internacionales de crédito y los bancos centrales de que el mundo operaba en un estado de ahorro sobrante que permitía absorber el confinamiento y los déficits fiscales para aliviar el impacto sobre los sectores más vulnerables, sin mayores dificultades. Se equivocaron. El aumento del faltante de ahorro, de acuerdo con las teorías existentes de crecimiento económico, ocasionó una fuerte reducción de la producción y el debilitamiento de la estructura productiva, y no se hizo mayor cosa para evitarlo.
La disminución de la producción con relación a la demanda agregada generó un proceso de ajuste traumático. La producción y el empleo descienden, las importaciones y el déficit en cuenta corriente se disparan, y la inflación aumenta y se torna inercial.
Las medidas adoptadas en Estados Unidos y en Europa están orientadas a reducir la inflación con medidas de demanda que bajan la producción y la inversión, y terminan en estanflación. Y el expediente tiende a extenderse al resto del mundo por conducto de las tasas de interés, cuando lo que se requiere es bajar la inflación con acciones que incrementan la producción. La elevación de la tasa de interés que podría tener algún sentido en economías de demanda, en economías de oferta es un despropósito que baja la producción y el empleo, reduce los ingresos de trabajo y deteriora la distribución del ingreso.
El deterioro del ahorro que venía de atrás se acentúo con los confinamientos del coronavirus y se manifestó en forma diferente en los países. La caída de la tasa de ahorro baja el crecimiento y debilita la complejidad de la composición comercial y sectorial. El mal funcionamiento de la producción y los errores de diagnóstico tienden a ocultarse con estimativos de la producción en términos de la demanda y proyecciones que deforman la realidad. En Colombia, tanto la recuperación en 2021 como el rebote en 2022 son inferiores a los estimados y reportados. La verdad es que la deficiencia de ahorro quebró la igualdad entre la oferta y la demanda agregada. La producción efectiva representada por la suma de los valores agregados sectoriales evoluciona muy por debajo de la demanda.
El desconocimiento de la realidad lleva a políticas que tienden a subsanar la falencia de oferta con medidas de demanda que resultan insuficientes e inapropiadas. Las economías están abocadas a estados de producción inferior a la demanda que desbordan las importaciones y el déficit en cuenta corriente, y, lo más grave, contraen la producción efectiva y el empleo, y disparan la inflación.
En América Latina la solución se puede lograr con el alejamiento de las fórmulas generalistas y la adopción de un modelo de reformas estructurales basado en las características propias de los países que eleven el ahorro, reorienten la composición productiva y racionalicen las transferencias de las rentas sociales en las pensiones y la salud.
A principios del siglo XX las economías operaban con deficiencias de consumo que las precipitaban en caída libre y les tomaba años en recuperarse, y se superaban con políticas fiscales de demanda que subieran la producción. Hoy se enfrentan a deficiencias de ahorro, que pueden superarse con reformas monetarias, comerciales y sectoriales.