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El Gobierno está empeñado en un presupuesto de $556 billones para 2026 que excede ampliamente los ingresos tributarios. El faltante se cubriría con una Reforma Tributaria inspirada en el impuesto al capital de Piketty que supone que el capital y el trabajo son altamente sustitutos. Se ampliaría la brecha entre la oferta y la demanda agregada, entre el ahorro y la inversión.
Lo que se requiere es un modelo que eleve el ahorro y reduzca el déficit fiscal y en cuenta corriente. Lo que se tiene es un modelo que revalúa la moneda, baja la tasa de ahorro y aumenta el déficit fiscal y en cuenta corriente.
No hay otra opción que un modelo basado en la observación de los hechos factuales que devalúe la moneda en forma drástica, eleve el ahorro, y reduzca el déficit fiscal y en cuenta corriente, que actualmente tiene la suma más alta de la OCDE, 10% del PIB.
Como lo señale repetidamente, la economía pasó a un estado de demanda, de ahorro mayor que la inversión a ahorro menor que inversión. La solución está condicionada a un modelo que eleve la tasa de ahorro, y más, reduzca el déficit fiscal y en cuenta corriente.
El gran interrogante es la reforma tributaria que provocaría una reducción de la tasa de ahorro y del crecimiento económico. Sin duda, en las condiciones actuales de la economía la devaluación de la moneda es mejor opción que la reforma tributaria.
Como lo señale repetidamente en varias columnas, la economía pasó de un estado de demanda, ahorro mayor que la inversión, a un estado de oferta, ahorro menor que la inversión. Se entró en un estado de caída del ahorro y el crecimiento del PIB que se refuerzan y conducen al colapso. La solución está condicionada a un modelo, acuerdo o conciliación que devalúe la moneda, eleve la tasa de ahorro y reduzca el déficit fiscal y en cuenta corriente a menos de 5% del PIB. Lo anterior se debe lograr más con una reducción de los gastos que con un incremento de los tributos.
Si la prescripción no se sigue, la economía quedaría expuesta a un estado de ahorro por debajo de la inversión, y producción menor que la demanda, que se refuerzan. No hay otra opción que la intervención en el mercado cambiario o monetario para devaluar la moneda, elevar el ahorro y reducir el déficit fiscal y en cuenta corriente.
La producción es determinada por el ahorro y el empleo formal, y la demanda es determinada por la inversión, y el déficit fiscal y en cuenta corriente. El ahorro es el principal determinante del déficit fiscal y en cuenta corriente. Lo cierto es que la igualdad económica entre la oferta y la demanda agregada se quebró, como ocurría en el siglo XIX.
La solución del sistema no puede lograrse con los procedimientos ideales de mercado. Se requiere un modelo, acuerdo o conciliación que eleve el ahorro y reduzca el déficit fiscal y en cuenta corriente a menos de 5% del PIB.
Como lo señale repetidamente en varias columnas, la economía pasó de un estado de demanda, ahorro mayor que la inversión, a un estado de ahorro menor que la inversión, que no es sostenible. La solución está condicionada a un modelo que devalúe la moneda en forma drástica, eleve la tasa de ahorro, y más, reduzca el déficit fiscal y en cuenta corriente.
