En las presentaciones y las entrevistas del libro “Distribución del Ingreso con Crecimiento es Posible”, publicado en octubre, ha llamado especial atención que durante medio siglo persistiera la proposición central de la teoría del bienestar qua proclama la separación entre la el desempeño de la economía y la distribución del ingreso.
La información diaria la contradice. Sin ir lejos, en el presente año el salario nominal crece 4%, la inflación 3.6% y el producto per cápita 3.0%. El salario real avanza a la tercera parte del ingreso promedio y el retorno del capital muy por encima, y la distribución del ingreso se deteriora.
Al Gobierno le cabe una clara responsabilidad tanto por acción como por omisión. Las últimas dos reformas tributarias fueron regresivas; se bajaron los gravámenes del capital con respecto al trabajo, se sustituyeron el impuesto a la renta y al patrimonio a las empresas por el impuesto a las utilidades que es fácilmente transferible al trabajo. Por lo demás, la negociación del salario mínimo entre trabajadores y empresarios se realiza dentro de un marco de concertación que resulta en ajustes por debajo de la productividad del trabajo. Para completar, se consienten poderes monopólicos en el sector financiero, las telecomunicaciones, la salud, las concesiones viales, con capacidad de influir en los precios para obtener la máxima ganancia y deprimir los salarios.
Los pensadores que dominan el debate mundial no están exentos del error. Por lo general, sostienen que la distribución del ingreso proviene de la naturaleza y elementos inciertos y aleatorios que amplían la dispersión a todos los niveles. No advierten que la distribución de ingreso es el atributo individual más asimétrico, y que la enorme diferencia entre los extremos proviene de factores determinísticos claramente asociados con la economía.
Esta visión llevó a un sistema fiscal basado en gravámenes lineales al ingreso y gasto similar por persona. El sistema trajo un aumento de la participación de los recaudos en el producto nacional en todos los lugares y coincidió con el empeoramiento de la distribución del ingreso a lo largo y ancho del universo. Por lo demás, los resultados variaron con las características de los países. En Europa mejoró notablemente la distribución del ingreso, a cambio de una factura de impuestos de 40% que redujo el crecimiento y el empleo. En América Latina, donde la mayoría de la población obtiene ingresos muy inferiores al promedio, resulto infructuoso. La distribución del ingreso es similar antes y después de impuestos.
El país está expuesto a una enorme inequidad que tiende a sostenerse y ampliarse por el modelo económico. El correctivo es una nueva concepción que defina los propósitos centrales de la economía, descomponga el todo en partes, y las oriente a mejorar la distribución del ingreso, sin sacrificar el resto de los objetivos. Más aún, las teorías formuladas en los distintos capítulos permiten simplificar el problema en términos de causas y soluciones. Las principales causas son las acciones abiertas de los agentes económicos para cargar retornos del capital superiores a su productividad, el escaso ahorro del capital y la exclusión del 40% más pobre. La solución se presenta en el último capítulo y se puede sintetizar en pocas líneas.
Lo primero sería erradicar las posiciones dominantes y establecer un impuesto que cierre la brecha entre la rentabilidad del capital y el crecimiento económico. Adicionalmente, es indispensable orientar los recaudos a cubrir un subsidio de 50% del salario mínimo para las empresas establecidas que amplíen la nómina de trabajadores provenientes del sector informal. La fórmula reduciría los ingresos del capital, aumentaría el empleo y preservaría el ahorro. La distribución del ingreso mejoraría sin afectar mayormente la acumulación y el crecimiento.
En las presentaciones y las entrevistas del libro “Distribución del Ingreso con Crecimiento es Posible”, publicado en octubre, ha llamado especial atención que durante medio siglo persistiera la proposición central de la teoría del bienestar qua proclama la separación entre la el desempeño de la economía y la distribución del ingreso.
La información diaria la contradice. Sin ir lejos, en el presente año el salario nominal crece 4%, la inflación 3.6% y el producto per cápita 3.0%. El salario real avanza a la tercera parte del ingreso promedio y el retorno del capital muy por encima, y la distribución del ingreso se deteriora.
Al Gobierno le cabe una clara responsabilidad tanto por acción como por omisión. Las últimas dos reformas tributarias fueron regresivas; se bajaron los gravámenes del capital con respecto al trabajo, se sustituyeron el impuesto a la renta y al patrimonio a las empresas por el impuesto a las utilidades que es fácilmente transferible al trabajo. Por lo demás, la negociación del salario mínimo entre trabajadores y empresarios se realiza dentro de un marco de concertación que resulta en ajustes por debajo de la productividad del trabajo. Para completar, se consienten poderes monopólicos en el sector financiero, las telecomunicaciones, la salud, las concesiones viales, con capacidad de influir en los precios para obtener la máxima ganancia y deprimir los salarios.
Los pensadores que dominan el debate mundial no están exentos del error. Por lo general, sostienen que la distribución del ingreso proviene de la naturaleza y elementos inciertos y aleatorios que amplían la dispersión a todos los niveles. No advierten que la distribución de ingreso es el atributo individual más asimétrico, y que la enorme diferencia entre los extremos proviene de factores determinísticos claramente asociados con la economía.
Esta visión llevó a un sistema fiscal basado en gravámenes lineales al ingreso y gasto similar por persona. El sistema trajo un aumento de la participación de los recaudos en el producto nacional en todos los lugares y coincidió con el empeoramiento de la distribución del ingreso a lo largo y ancho del universo. Por lo demás, los resultados variaron con las características de los países. En Europa mejoró notablemente la distribución del ingreso, a cambio de una factura de impuestos de 40% que redujo el crecimiento y el empleo. En América Latina, donde la mayoría de la población obtiene ingresos muy inferiores al promedio, resulto infructuoso. La distribución del ingreso es similar antes y después de impuestos.
El país está expuesto a una enorme inequidad que tiende a sostenerse y ampliarse por el modelo económico. El correctivo es una nueva concepción que defina los propósitos centrales de la economía, descomponga el todo en partes, y las oriente a mejorar la distribución del ingreso, sin sacrificar el resto de los objetivos. Más aún, las teorías formuladas en los distintos capítulos permiten simplificar el problema en términos de causas y soluciones. Las principales causas son las acciones abiertas de los agentes económicos para cargar retornos del capital superiores a su productividad, el escaso ahorro del capital y la exclusión del 40% más pobre. La solución se presenta en el último capítulo y se puede sintetizar en pocas líneas.
Lo primero sería erradicar las posiciones dominantes y establecer un impuesto que cierre la brecha entre la rentabilidad del capital y el crecimiento económico. Adicionalmente, es indispensable orientar los recaudos a cubrir un subsidio de 50% del salario mínimo para las empresas establecidas que amplíen la nómina de trabajadores provenientes del sector informal. La fórmula reduciría los ingresos del capital, aumentaría el empleo y preservaría el ahorro. La distribución del ingreso mejoraría sin afectar mayormente la acumulación y el crecimiento.