Como lo reiteré en la última columna, la igualdad entre la oferta y la demanda agregada, entre el ahorro y la inversión, dejó de cumplirse. El ahorro quedó por debajo de la inversión.
La igualdad económica entre la oferta y la demanda se quebró, como ocurría en el siglo XIX. Las economías quedaban a la deriva. La solución solo se puede lograr con un modelo acuerdo o conciliación que eleve el ahorro.
En el siglo XIX las economías operaban bajo las directrices de las economías de oferta. Ahorro menor que la inversión. No se hacía nada y las economías se mantenían en recesión.
En el siglo XX aparecen las economías de demanda. Ahorro mayor que la inversión. Había que aumentar la inversión y el déficit fiscal y en cuenta corriente, y se hizo con éxito mediante el modelo keynesiano de demanda efectiva.
Como lo anticipe en varios libros, conferencias y artículos de prensa, en el siglo XXI se entró en una economía de oferta, ahorro menor que la inversión. Hay que aumentar el ahorro, y el mercado hace lo contrario. Se requiere la presencia del Estado ampliando el ahorro, en contra del mercado que tiende a bajarlo.
La economía de tiempo atrás experimentó el quiebre en la oferta determinado por el ahorro y el empleo formal, y la demanda, determinada por la inversión, y el déficit fiscal y en cuenta corriente. La primera (oferta) evoluciona a un ritmo muy inferior al de la segunda (demanda). Se configura el estado crítico de ahorro menor que la inversión que tiende a ser agravado por el mercado.
No había otro camino que la intervención drástica del Estado (Banco de la República) para devaluar la moneda, aumentar el ahorro y reducir, el déficit fiscal y en cuenta corriente.
La observación de los hechos revela que el tipo de cambio se revalúa 30% en términos reales, la tasa de ahorro declina 40% con respecto a la tendencia histórica, y la suma del déficit fiscal y en cuenta corriente supera el 10% del PIB, el más alto de la OCDE.
El índice de tipo de cambio real en 2025 se revalúa 15% con respecto a hace diez años. Entre 2016 y 2017 se revalúa, en 2018-2022 se devalúa, y desde 2023 se revalúa.
Se confirma que no había otro camino que la intervención del Estado que devaluara la moneda, aumentara el ahorro, y redujera el déficit fiscal y en cuenta corriente de la balanza de pagos.
La solución no surge del mercado. Se requiere la presencia del Estado en la devaluación de la moneda que aumente el ahorro por encima de la inversión, y reduzca el déficit fiscal y en cuenta corriente. Los modelos que bajan el ahorro y aumentan el déficit fiscal y en cuenta corriente conducen al colapso.