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En días pasados se revelaron las pruebas internacional PISA sobre el desempeño de lectura, ciencia y matemáticas.
Al igual que sucedió hace tres años en el mismo examen y anteriormente en pruebas similares, el país se encuentra en el grupo de las naciones de peor desempeño. Entre 65 países, Colombia obtiene el puesto 52 en lectura, el 54 en ciencias y el 58 en matemáticas.
Aun más decepcionantes son los desempeños desagregados. En las tres áreas la mayoría de los estudiantes se ubican por debajo del nivel 2, dentro de una escala de 0 a 6, y en matemáticas el porcentaje asciende a 71%.
El fiasco repetido no puede reducirse a unas cifras puntuales que tenderán a mejorar. El análisis detallado de la información revela una seria falla estructural que viene de bien de tiempo atrás ocasionada por las enormes desigualdades de la sociedad colombiana, que se extienden a toda América Latina. Los puntajes replican el comportamiento de la distribución del ingreso en que la mayoría de los estudiantes está por debajo del promedio y del puntaje mínimo. En contraste, en los países de alto desempeño como Finlandia y Corea, la mayoría esta por encima del promedio y del nivel aceptable.
Las disparidades de los rendimientos escolares son la consecuencia de las desigualdades de la sociedad. Simplemente, los sectores de altos ingresos gastan mas en educación y las diferencias se amplifican por la tradición cultural y el contexto social. Por su parte, los colegios privados adoptan altas matriculas y procedimientos excluyentes que impiden el acceso de los estudiantes mas capaces de menores recursos y no permiten que los beneficios del contagio de la educación se extiendan a toda la población. La presencia de estudiantes de estratos 5 y 6 es prácticamente inexistente en los colegios públicos de secundaria.
Los resultados estadísticos constituyen una evidencia incontrastable del fracaso del diagnóstico y las políticas seguidas en el sector durante más de una década. Los buenos oficios para elevar los años de educación y la cobertura no han tenido los resultados previstos. El porcentaje de estudiantes con puntajes inferiores a los mínimos no han variado significativamente en los últimos quince años.
Los gobiernos no han entendido esta realidad. Sus prioridades se concentran en mejorar las instalaciones físicas y la preparación de los maestros. Si bien esto es necesario, no corrige las fallas estructurales. Como se confirma en la misma información de los exámenes PISA, los principales determinantes del desempeño están en la educación de los padres y el nivel de formación de los compañeros. Por eso, los países que muestran las menores diferencias entre los estudiantes arrojan los mejores promedios.
Lamentablemente, no se ha acentuado sobre esto factores críticos. Por el contrario, los efectos negativos de la distribución del ingreso sobre las diferencias en los desempeños escolares tienden a ser agravados por una organización institucional discriminatoria que pretende darle educación de excelencia a una elite y de tercera a las grandes mayorías.
La solución de fondo, como lo muestra la experiencia de los países nórticos, es una educación integrada en que todos los estudiantes concurran a las mismas dependencias. No existe otro camino para que los niños de los estratos menos favorecidos se beneficien de la tradición cultural y el contexto social.
