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El desorden económico mundial

Eduardo Sarmiento

30 de octubre de 2010 - 10:00 p. m.

En el libro La recesión mundial. Colapso del modelo único escrito y publicado en plena recesión, indiqué que la política monetaria de Estados Unidos era ineficaz y la fiscal insuficiente.

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Sobre esa base anticipé que la recuperación de la economía estadounidense en el primer semestre de 2009 decaería en el segundo semestre de 2010.

La explicación está en la debilidad de las teorías clásicas y neoclásicas, construidas para un mundo de equilibrio, tasas de interés positivas y producción cerca de la plena capacidad. Cuando la tasa de interés llega a cero, el público no está dispuesto a recibir la liquidez y el crédito. La política monetaria se torna inoperante para estimular en forma directa el consumo y la inversión. Los efectos se dan en forma indirecta y pasajera. La baja tasa de interés induce a los inversionistas a adquirir acciones, elevando sus precios y propiciando la devaluación del dólar. Por su parte, la ampliación del déficit fiscal financiado con emisión tiene un multiplicador no muy diferente a uno, de suerte que el efecto de la política fiscal sucede por una sola vez. Para mantener el impacto del estímulo fiscal sobre el crecimiento del PIB no solo habría que replicarlo sino incrementarlo.

En este contexto, tan pronto los precios de los activos, la devaluación del dólar y los estímulos fiscales dejan de aumentar, la actividad productiva desciende, y bien puede llegar a cero.

Curiosamente, este panorama no fue advertido por la Reserva Federal (Fed). En el comunicado de junio anunció que la economía se recuperaba a alto ritmo y que se mantendría en el siguiente semestre. Sin embargo, el rápido deterioro de los indicadores de la bolsa, el consumo, la producción industrial y el empleo modificó la actitud. En el desespero informó que compraría títulos del Tesoro por US$2 billones, dando una clara señal de que sostendría las cotizaciones y la rentabilidad bursátiles por encima de los fundamentos. Ni cortos ni perezosos, los especuladores se abalanzaron a comprar acciones, lo que elevó su cotización en 15% en el último mes y medio, moderó la contracción del consumo y evitó los índices negativos. A nadie se le escapa que es un juego de corto alcance. En el momento que las acciones regresen a sus fundamentos la actividad productiva volverá a recaer.

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La situación de Europa no es menos compleja. Los programas de estímulo fiscal reactivaron las economías a expensas de elevar el endeudamiento y ampliar el déficit en cuenta corriente, que cerraron el acceso de los países medianos y pequeños al mercado financiero. La región en conjunto procedió a revertir la política ocasionando la contracción del crecimiento mundial.

La falla de las políticas fiscal y monetaria está en que recuperan el producto con la valorización de activos y el gasto público, pero no generan la elevación del consumo que permita sostenerlo. Los países tienden a subsanar la falencia con grandes devaluaciones para aumentar las exportaciones y los superávits en cuenta corriente. Pero no todos pueden lograrlo, porque los superávits de unos son los déficits de otros.

El resultado es la depresión general de salarios y el sobreabastecimiento de exportaciones industriales que tienden a mantener la economía mundial en estancamiento e incertidumbre. La solución de fondo de la crisis requiere el replanteamiento de las teorías macroeconómicas y la modificación del orden económico internacional.

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