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En columnas recientes advertí que la economía había entrado en un estado creciente de desequilibrio. El ahorro declina y el empleo se contrae. No hay más opción que bajar la tasa de interés real y devaluar la moneda en forma directa comprando divisas en el mercado.
Como no se hizo, la tasa de interés real subió, el tipo de cambio se revaluó y la tasa de ahorro continuó declinando. Se entró en un proceso de deterioro del sistema. Como en varias ocasiones consideré, no había más opción que un modelo que bajara la tasa de interés real, devaluara la moneda, y así elevara el ahorro y el empleo.
Lo anterior genera un estado de incertidumbre. Los portadores de moneda extranjera en títulos TES advertirán que la devaluación causaría que estos cada vez valgan menos en dólares, y procederán a sacarlos del país. No hay otro antídoto que una devaluación inmediata mayor a la prevista.
En fin, la economía está en un estado de colapso anunciado. La economía venía de tiempo atrás con un ahorro menor que la inversión, oferta menor que la demanda, que solo se pueden controlar o contrarrestar con la intervención en el mercado de dinero. Las mejores soluciones son aquellas que elevan el ahorro. Las soluciones que hacen lo contrario son ineficientes, inequitativas e insostenibles.
No es extraño. Los países que más avanzan en el crecimiento y la equidad son los que tienen mayores niveles de ahorro. Así las cosas, la mejor solución no es cuando se mejora a alguien sin desmejorar a otro, sino cuando los participantes se ponen de acuerdo para que todos ganen, y así aumente el ahorro.
En artículos anteriores se señala que la confrontación económica para obtener la mayor ganancia puede conducir a un estado insatisfactorio cuando baja el ahorro. El aumento del ahorro es indispensable tanto para el crecimiento como para la distribución del ingreso. Las soluciones que bajan el ahorro son inconvenientes. Las mejores soluciones en que todos ganan solo se consiguen elevando el ahorro.
Las reformas fiscales del Gobierno desconocen el efecto sobre el ahorro. En general, se pretenden ajustes fiscales que generen ingresos tributarios a cambio de la reducción del ahorro y del incremento del déficit fiscal y en cuenta corriente. Por lo general estamos ante proyectos de elevado ingreso tributario que se alcanzan a cambio del ahorro.
No se advierte que la recuperación de los ingresos tributarios se consigue a cambio de la reducción del ahorro y el aumento del déficit fiscal y en cuenta corriente.
En general estamos ante sistemas en desequilibrio que se enfrentan con modelos de equilibrio, cómo es subir la tasa de interés real, revaluar la moneda, y así bajar la tasa de ahorro. Los estados de desequilibrio se pretenden subsanar con modelos de equilibrio.
Desde luego, la regularización de las condiciones descritas no proviene de ninguna manera del mercado. El éxito de los países asiáticos está en el elevado ahorro, y de ninguna manera en la sobreestimación de los ingresos tributarios.
En fin, la economía está a la deriva. La economía venía de atrás con ahorro menor que la inversión, oferta menor que la demanda, y solo se podía controlar o contrarrestar con una intervención en el mercado que bajara la tasa de interés real y devaluara la moneda, redujera el déficit fiscal y en cuenta corriente, y así subiera la tasa de ahorro.
Durante mucho tiempo se creyó que el ahorro es igual a la inversión. Hoy en día es evidente que en unos momentos el ahorro es menor que la inversión, y en otros al revés. La solución es el modelo que armonice las realidades propias de los países, que he presentado en forma insistente en los últimos tres años. Hay que bajar la tasa de interés real, devaluar la moneda en forma directa, reducir el déficit fiscal y en cuenta corriente, y así elevar la tasa de ahorro.
