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Estado y distribución

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Eduardo Sarmiento
31 de mayo de 2020 - 02:00 a. m.
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Las publicaciones internacionales, que durante años presentaron el libre mercado como el final de los tiempos, como la revista The Economist, ante el pánico y la incertidumbre del coronavirus proclaman que las economías deben pasar a organizaciones más reguladas por el Estado. En el fondo reconocen que se equivocaron cuando propiciaron la globalización como la mejor forma de articular las economías. Sin embargo, los planteamientos no profundizan sobre los detalles del diagnóstico y la solución. El gran desafío es cómo pasar del modelo actual a otro que garantice la mejor conciliación del crecimiento y la equidad.

En esta columna, en varios libros y en la docencia durante 30 años sostuve que el libre mercado no conduce al crecimiento sostenible y la reducción de las desigualdades. La posición se reafirma en el último libro publicado en febrero, Teorías de crecimiento y distribución para una nueva era, y se verifica en el panorama nacional y mundial enrarecido por la crisis del coronavirus.

También se muestra cómo los choques estructurales que bajan el crecimiento económico generan estímulos de mercado que elevan los ingresos de los sectores altos y reducen los de los sectores menos favorecidos. Así ocurrió con la globalización. La liberación de los mercados y las privatizaciones adoptadas para estimular el crecimiento deterioraron la distribución del ingreso en América Latina a todos los niveles. En cambio en Europa se contrarrestaron con el estado de bienestar y en los países del sudeste asiático con las estructuras productivas complejas de alta productividad del trabajo.

Ahora se repite la historia con el coronavirus. Las acciones para enfrentarlo, en particular la cuarentena, provocaron un desplome generalizado de la economía. En los primeros 15 días se vio que el expediente ocasionaría una caída del producto nacional del 10 % con respecto a la tendencia histórica, la pérdida del 15 % del empleo y la elevación de los índices de pobreza e inequidad. Los gobiernos se vieron comprometidos en cuantiosos subsidios para moderar el impacto sobre los sectores más vulnerables que dispararon los déficits fiscales y redujeron el ahorro. El balance interno entre la inversión y el ahorro se quebró, y amenaza con extender la caída del crecimiento y el deterioro de la distribución a la próxima década. La solución solo se puede lograr con una mayor presencia del Estado para financiar parte del déficit fiscal con emisión monetaria. El exceso de oferta sobre la demanda de dinero mantendría la inversión por encima del ahorro.

La fórmula se aparta de las concepciones dominantes, como la Escuela de Chicago, que sostienen que el mercado monetario está en equilibrio y el dinero solo produce inflación. La versión ha sido controvertida en los últimos años. Desde la recesión de 2008 se observó que los bancos centrales están en capacidad de movilizar el dinero para impulsar la producción y el empleo.

En el libro se señala, además, que uno de los grandes desaciertos de la ciencia económica estuvo en el desconocimiento del vínculo entre la distribución del ingreso y el crecimiento económico. La falsa teoría propició modelos de crecimiento económico que deterioran la distribución del ingreso, como es el caso de Colombia, que aparece entre las 10 naciones más inequitativas del planeta.

La conciliación del conflicto entre crecimiento y distribución se puede remediar con una mayor presencia del Estado. La revisión del Banco de la República sería apenas un primer paso en esa dirección. Adicionalmente, se requieren reformas del mismo tipo en el marco fiscal, el comercio internacional, la composición sectorial, el mercado laboral y la política pública.

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