Hace 30 años manifesté que la globalización le significaría a Colombia, y en gran medida a los países de mediano desarrollo de América Latina, un severo retroceso tanto en el crecimiento económico como en la distribución del ingreso. En múltiples artículos advertí cómo el experimento contraería el ahorro nacional y deterioraría la balanza de pagos. Así ocurrió. La balanza de pagos, que en 1990 registraba superávit en cuenta corriente, hoy en día opera con déficit del 5 % del PIB. Si a esto se agrega el déficit fiscal del 7 %, el país estaría ante una reducción del ahorro del 10 % del PIB con respecto a la tendencia histórica.
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Hace un año, en un artículo sobre el desempeño de la economía colombiana en el medio siglo publicado en el libro 50 años de la Escuela Colombiana de Ingeniería, se revela que el país había experimentado una reducción de la tasa de ahorro que lo sumió en un estado de oferta, del cual es muy difícil salir.
En consecuencia, recomendé devaluar la moneda y no subir la tasa de interés para detener el proceso. Lamentablemente, el diagnóstico fue avasallado por los organismos internacionales de crédito (Banco Mundial) y el Banco de la República que predecían un alto desempeño en 2022. No advirtieron que las altas tasas de crecimiento del año 2021 y del primer semestre de 2022 eran un rebote por la monumental caída en 2020. Lo cierto es que la economía que crecía un 10 % anual, al principio del año 2022, entró en un rápido declive y terminó en tasas negativas.
Desafortunadamente, el mal desempeño de la economía que venía de atrás no fue reconocido en forma explícita tanto por el gobierno saliente como por el entrante, y no se actuó para revertir el declive de la tasa de ahorro, que tenía la manifestación más clara en la revaluación de la moneda y el disparo del déficit en cuenta corriente.
En ese entonces la economía experimentaba un estado de revaluación creciente y altas tasas de interés que se llevaban la economía por delante. Fue necesario que las grandes instituciones de crédito mundial entraran en quiebra para que se reconocieran los efectos desastrosos de las altas tasas de interés sobre la producción.
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Es hora de que se frene a los bancos centrales y al FMI, que están causando serios daños con políticas generalistas de mercado que no se han analizado en detalle y no son las más indicadas para las condiciones propias de la economía colombiana.
El país lleva ocho años en un proceso persistente de deterioro y tiene su manifestación más clara en la reducción de la tasa de ahorro, la revaluación del tipo de cambio y el disparo de la inflación. En lugar de avanzar en diagnósticos y políticas basados en las condiciones propias del país que están claramente identificados, se acude a las medidas generalistas, como subir las tasas de interés y revaluar el tipo de cambio.
Es hora de que los gestores de política entiendan que la economía experimenta de tiempo atrás un declive de la tasa de ahorro ocasionada por diversos factores, entre los cuales se destaca la apertura comercial que configuró una estructura productiva de cuantioso déficit en cuenta corriente que no es sostenible. La economía está abocada a una revaluación que reduce la tasa de ahorro. La solución es la intervención de las autoridades para bajar la tasa de interés e intervenir el mercado para devaluar la moneda en forma directa.