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La igualdad entre la oferta y la demanda, que anticipé reiteradamente, se quebró. La expansión de la oferta es determinada por la productividad, el ahorro y el empleo formal, como lo confirman los estudios econométricos realizados en el siglo XX, y la demanda por el consumo, la inversión, y el déficit fiscal y en cuenta corriente de la balanza de pagos.
El empleo formal tiene mayor capacidad de ampliar la producción que el empleo informal por su mayor contenido de valor agregado. El capital, el cual se acumula con el ahorro, es el que ha presentado el peor desempeño en la última década.
El cálculo de la oferta se realiza con la información sectorial de empleo y el capital, y el de demanda con la información macroeconómica de inversión, y los déficits fiscales y en cuenta corriente. Como la información se reporta con demora, el cálculo de la producción se hace con la demanda.
La sobreestimación del crecimiento económico induce proyecciones de la producción y el crecimiento económico por encima de la realidad, que aumentan el déficit fiscal y en cuenta corriente.
No hay más opción que la devaluación de la moneda que eleve la tasa de ahorro, y la reducción del déficit fiscal y en cuenta corriente.
La verdad es que las economías por diferentes razones experimentaron la reducción de la tasa de ahorro. La deficiencia se buscó resolver con el instrumental de las economías keynesianas de demanda, que tienden a reducir el ahorro por conducto del déficit fiscal y en cuenta corriente. En su lugar, se requiere un modelo, acuerdo o conciliación que devalúe la moneda, eleve la tasa de ahorro, y reduzca el déficit fiscal y en cuenta corriente.
La economía quedó expuesta a un estado de reducción del ahorro y ampliación de la demanda que la conduce al colapso.
Lo cierto es que el país adolece de una seria deficiencia de ahorro por factores que vienen de atrás y solo se pueden superar con medidas de austeridad, como serían la devaluación de la moneda y la reducción del déficit fiscal y en cuenta corriente.
Curiosamente, las soluciones requeridas para enfrentar el estado de deficiencia de ahorro (ahorro menor que la inversión) son similares a las aplicadas por los Tigres Asiáticos, y les significaron estados de tasa de crecimiento cercanas a 10 % durante varias décadas, nunca vistas, y con equidad. Se conformaron superávits en cuenta corriente de la balanza de pagos y se redujeron en forma drástica los déficits fiscales.
La verdad es que las economías por diferentes razones experimentaron la reducción de la tasa de ahorro. La deficiencia se buscó resolver con el instrumental de las economías keynesianas de demanda, que tienden a reducir el ahorro por conducto del déficit fiscal y en cuenta corriente de la balanza de pagos. En su lugar, se requiere un modelo, acuerdo o conciliación que devalúe la moneda, eleve el ahorro y reduzca el déficit fiscal y en cuenta corriente. La economía quedó expuesta a un estado de reducción del ahorro y ampliación de la demanda que conduce al colapso.
