Estamos ante una economía en que el ahorro declina (oferta) y el déficit fiscal y en cuenta corriente aumenta (demanda). Lo normal es que aumente la demanda y disminuya la oferta.
Las soluciones de mercado conducen a un estado de disminución de la oferta y aumento de la demanda que dejan la economía a la deriva. El ahorro y la producción disminuyen, a tiempo que el déficit fiscal y en cuenta corriente y la demanda aumentan.
La solución es un modelo que devalúe la moneda, eleve la tasa de ahorro, y reduzca el déficit fiscal y en cuenta corriente. Lo que se tiene es una baja de la tasa de ahorro de 40% y revaluación de la moneda de 25% en términos reales. El déficit fiscal y en cuenta corriente aumentó y supera el 10% del PIB, el más alto de los países de la OCDE. Estamos en un estado de contracción de la oferta y ampliación de la demanda que conduce al colapso.
Lo cierto es que los errores de diagnóstico condujeron a un estado de ahorro menor que la inversión que no es sostenible. Se regreso al siglo XIX cuando las economías enfrentaban estados de ahorro menor que la inversión que nadie sabía de donde provenían y mantenían las economías en estado de recesión. No se cumplían la ley Say ni de Walras.
El mercado baja el ahorro y la producción, y aumenta el déficit fiscal y en cuenta corriente. No hay más opción que un modelo que devalúe la moneda en forma drástica mediante la intervención en el mercado cambiario que reduzca el déficit en cuenta corriente y también reduzca el déficit fiscal. Como no se sigue la recomendación, la moneda se revalúa, la tasa de ahorro desciende y el crecimiento del PIB (producto nacional) se torna negativo.
Se requiere una acción externa que realice la devaluación. En términos más concretos, la intervención del Banco de la República en el mercado cambiario comprando dólares o en el mercado monetario entregando recursos de emisión al Gobierno.
En la expectativa de que el dólar va a ser más barato los inversionistas en moneda extranjera procederán a vender las tenencias en pesos y la moneda entraría en la devaluación causada por la salida de capitales.
Con respecto a la disminución del déficit fiscal se tiene la opción de reducir el gasto o aumentar los impuestos. El Gobierno actual intentó aumentar los ingresos con la reforma tributaria de comienzo de su periodo presidencial y el objetivo no se logró, especialmente en 2024 cuando los ingresos tributarios bajaron de $300,4 billones a $259,7 billones (a pesos de 2024). La otra opción es reducir el gasto fiscal e impulsar el crecimiento del producto con el mayor ahorro, que incrementaría los ingresos tributarios los cuales dependen del crecimiento del producto.
El mercado tiende a reducir el ahorro, cuando lo que se requiere es aumentarlo. No hay más camino que intervenir en el mercado cambiario y en el marco fiscal para devaluar la moneda, elevar la tasa de ahorro, y también reducir el déficit fiscal y en cuenta corriente.
Los estimativos del producto basados en la demanda sobrestiman el valor real. La tasa de ahorro y el empleo formal no han crecido en lo corrido del año, confirmando que los estimativos del crecimiento del producto están sobrestimados.
Se quebró la igualdad entre la oferta y la demanda agregada. El crecimiento económico determinado por el ahorro y el empleo formal es inferior a la demanda determinada por el consumo, la inversión, y el déficit fiscal y en cuenta corriente.
La economía venía en un estado de economía de demanda, ahorro mayor que la inversión, y pasó a un estado de economía de oferta con el mismo modelo de demanda. Lo que se requiere en la economía de oferta es un modelo que devalúe la moneda y eleve el ahorro, y no se hizo. La economía pasó de una economía de demanda a la economía de oferta con el mismo modelo de revaluación de la moneda y baja la tasa de ahorro, cuando lo que se requiere es el modelo que devalúe la moneda, eleve la tasa de ahorro y reduzca el déficit fiscal y en cuenta corriente.