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La segunda administración Uribe

Eduardo Sarmiento

09 de agosto de 2008 - 02:10 a. m.

Entre 2006 y 2008 el desempleo no varió, replicando el fiasco del primer gobierno.

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Los cuatro años de la primera administración Uribe significaron un rápido ascenso de la economía. Hoy en día, la reactivación que se inició en 2003 y la posterior elevación del crecimiento se explican por el aprovechamiento del exceso de capacidad generado por los desaciertos de las administraciones anteriores.

A finales del cuatrienio se adopta un modelo explícito en el cual el motor de crecimiento está representado en la inversión extranjera, y la base macroeconómica en la austeridad fiscal y la inflación objetivo del Banco de la República.

En efecto, se propician todo tipo de privatizaciones y se conceden subsidios generosos al capital foráneo. El país se ve abocado a una entrada masiva de capitales, que dentro del marco de cambio flotante y los anuncios de las autoridades monetarias de su incapacidad para controlar el mercado, provocó una revaluación que género expectativas de más revaluación.

Por su parte, la revaluación propiciaba la elevación de las cotizaciones de las acciones y bajas de los intereses que inducían una fuerte expansión del crédito. El debilitamiento del sector externo se compensaba por el financiamiento de la bolsa y la ampliación de los títulos financieros que se materializaban en enormes expansiones de la construcción, los automóviles, el comercio y la inversión.

En varias columnas advertí que este modelo de crecimiento con revaluación no generaba empleo ni era sostenible. En el fondo, no era más que una burbuja especulativa que impulsaba una serie de sectores no transables por encima de su productividad.

La revaluación indujo a las empresas a sustituir las materias primas nacionales por importadas y mano de obra por capital. La economía experimenta tasas de crecimiento superiores a 5% sin mayor incidencia en la ocupación. Entre junio de 2006 y de 2008 la tasa de desempleo no varía y el empleo crece muy por debajo de la población, replicando el fiasco de la primera administración, cuando sólo se crearon 250.000 empleos anuales.

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La mayor fragilidad del modelo residía en la insostenibilidad de la revaluación y de la burbuja. El desenlace se vio adelantado por el Banco de la República. El alza de los precios de los bienes no transables, ocasionada por la misma apreciación y la elevación de los precios eternos de combustibles y alimentos llevó al Banco, dentro del criterio de inflación objetivo, a elevar la tasa de interés, lo que conjuntamente con el contagio de la crisis hipotecaria subprime de Estados Unidos revienta la burbuja. La cotización de la bolsa cae y el crédito disminuye drásticamente.

La contracción del mercado externo quedó sin la contraparte financiera que mantuviera el mercado interno de consumo e inversión. Desde mediados de 2007 la economía entró en un proceso de deterioro que adquirió dimensiones alarmantes en el primer semestre de 2008.

La producción industrial creció 2,5% en el primer trimestre con respecto al mismo período del año anterior y descendió en el segundo. En lo corrido del año, el comercio cae, las licencias de la construcción bajan 10% y las compras de vivienda 33%, el tráfico por las vías concesionadas disminuye 8% y los fondos de pensiones arrojan rentabilidades negativas.

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El mayor deterioro se presenta en los sectores exportadores y se disimula por las sobrefacturaciones a Venezuela para sacar ventaja de la diferencia entre el tipo de cambio oficial y paralelo. Las exportaciones en toneladas descienden, la producción de confecciones baja alrededor de 15% y sus cotizaciones en la bolsa se derrumban, y las empresas de flores y otros productos agrícolas a diario se cierran y licencian personal. El balance entre importaciones y exportaciones es mucho peor que el que aparece en la información oficial y constituye una evidencia cuantitativa de la devastación de las actividades de exportación y de sustitución de importaciones.

Basta sumar y restar para advertir que la economía crecerá menos de 3,5% y se enfila a un estado de difícil retorno.

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